Enfoque: Truco del gatopardismo

Después del remezón por el cemento chino hubo promesas de cambio en la gobernanza judicial, pero hasta ahora no se ha visto.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El truco más viejo del mundo es, cuando a uno lo agarran con las manos en la masa, caer en cruz, poner cara de penitencia y prometer enmienda. Algo así como: “Juro que no volverá a pasar”. Luego, por supuesto, cuando el apremio pasa, a seguir en lo mismo, pues, como todo el mundo sabe, perro que come huevos ni quemándole el hocico.

Más de uno dirá: “¡Qué va!, el truco más viejo es otro: pedir fiado y después, a la hora de honrar la deuda, hacerse el tonto”. En mi humilde opinión, esta objeción no es de recibo, pues, bien mirado, en el fondo estamos frente a lo mismo: en ambos casos alguien juega de vivo, pide prestada confianza y no cumple. Variaciones sobre el mismo tema.

Todavía alguien más dirá: “Ni uno ni lo otro: ni juramento en vano ni pedir fiado, lo más viejo del mundo es cierta profesión”. Para no descarrilar esta columna, evito entrar en detalles y me limito a decir que la evidencia histórica no parece dar razón al aserto ese, pues no fue sino hasta que las sociedades humanas pudieron acumular excedentes, hace apenas unos diez mil años, que hay trazas de una ocupación así.

La alta literatura también ha abordado el tema, por supuesto que de manera más refinada y menos ordinaria que este columnista. En la novela El gatopardo, del escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa, uno de los protagonistas, un aristócrata con apariencia de reformador, dice: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. O sea, agitar las cosas como estrategia para preservar el statu quo.

Esta obra, escrita a mediados del siglo pasado, dio origen al término gatopardismo, muy usado en los estudios políticos para denotar la persistencia de las estructuras de poder aun cuando los actores dicen estar cambiando las cosas. También aquí hay truco, pues se trata de hacerle creer a la gente que se gesta una importante transformación que traerá un mejor futuro, mientras que el verdadero interés es otro.

Todas estas disquisiciones las hago para plantear esta pregunta: ¿Hay gatopardismo en el Poder Judicial? La formulo sin prejuzgar una respuesta, aunque pidiendo una. Una vez que cedió el escándalo del cemento chino, con las inevitables renuncias y remezones, ¿qué pasó con las promesas de cambiar la gobernanza judicial? Seguimos con el mismo método de elección de magistrados, la misma concentración de poder en la Corte Plena, el mismo micromanagement…

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.