El candidato opositor Andrés Manuel López Obrador arrasó en las elecciones presidenciales del pasado domingo en México. Le sacó más de 30 puntos al segundo lugar y casi 40 al partido oficialista, el otrora todopoderoso PRI. Junto con otros partidos aliados (dos de izquierda y uno evangélico) tendrá mayorías tanto en el Senado como en el Congreso. Megatandeada o, en lenguaje elegante, un sunami político.
Estas elecciones tienen importancia hemisférica. El rumbo que México adopte influirá en la geopolítica continental. Vean ustedes: casi uno de cada tres hispanoparlantes es mexicano y su economía, la segunda de Iberoamérica después de Brasil, es una cuarta parte del total de la producción regional. Para que comparen: Costa Rica representa el 1 % de esa producción y tiene una población igualmente pequeña. Lo que haga México pesa.
A lo largo del siglo XX, ese país fue un líder continental: no solo era un influyente centro cultural (desde la música hasta el cine) sino que el ideario social y político de su revolución repercutió en todo el continente, Costa Rica incluida.
Si bien ese liderazgo se erosionó mucho en los últimos veinte años, lo que sucede en México nos afecta. La cruenta guerra del narcotráfico en ese país y el ascenso de poderosos carteles de la droga tienen incendiada a Centroamérica. Los carteles han penetrado nuestros territorios y son responsables de una parte de la violencia social en nuestro país. Es, pues, muy importante tener un entendimiento fino de lo que sucede en México.
Eso, sin embargo, no es comida de trompudos. El triunfo de López Obrador es producto del hartazgo del pueblo con la rampante corrupción pública, las desigualdades abismales, la impunidad de los ricos y poderosos, la violencia social y las políticas neoliberales de una tecnocracia muy soberbia. Uno está en terreno seguro si afirma que asistimos al final de una época política.
LEA MÁS: México contra el péndulo imaginario
El futuro es un gran signo de interrogación. López Obrador tiene historial como caudillo con tendencias autoritarias y propuestas propias de un nacionalismo populista. En estas elecciones moderó su figura y planteamientos, pero ¿será maquillaje? Sus promesas de campaña, centradas en la regeneración política y moral, fueron vagas, hereda una colosal herencia de problemas y una economía poco dinámica.
Con todo, esta vez los mexicanos dijeron “¡basta ya!” y prefirieron bueno por conocer que malo conocido.
vargascullell@icloud.com