Enfoque: Salud mental

En la Semana Santa recién pasada, 13 personas se suicidaron, casi el doble de lo reportado en el mismo período del 2019. Un dato al cual las autoridades deben prestar especial atención.

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Vean estos datos: en la Semana Santa recién pasada, hubo 34 muertes violentas en comparación con las 44 ocurridas durante el mismo período en el 2019. Cayeron, en especial, los homicidios (de 18 a 5) y los accidentes mortales de tránsito, que se redujeron mucho (La Nación, 14/4/2020).

Pareciera que cosechamos un buen e imprevisto resultado en los días cuando nos mandaron a quedarnos en la casa. Podríamos suponer, entonces, que la “cuarentena” tuvo un efecto positivo en la reducción de la violencia social. Sin embargo, las mismas autoridades son renuentes a establecer causalidades sencillas. Comparto esa posición, pues es necesario tener más información antes de formular conclusiones.

Aunque los resultados se alinean con lo reportado en ciudades de Estados Unidos y otros países de América Latina (“Crime drops around the world as COVID-19 keeps people inside”, AP, 11/4/2020), no en todas partes está ocurriendo lo mismo. En México, marzo del 2020 fue el mes más violento desde que en ese país se llevan estadísticas comparables de homicidios (The Guardian: “Mexico murder rate reaches new high…”, 3/4/2020).

Ahí, ni la covid-19 ha logrado parar la espiral de locura en la que se encuentran amplias regiones, atrapadas entre el narcotráfico y la corrupción. Entre todas las cifras que las autoridades dieron sobre las muertes violentas durante la semana pasada, hubo una que me llamó poderosamente la atención: en Costa Rica, los suicidios pasaron de 7 a 13, casi se duplicaron. ¿Mera casualidad o una consecuencia no deseada del distanciamiento físico? No lo sé: habrá que determinar si fue un salto aislado o el inicio de una tendencia asociada a las nuevas condiciones en que vivimos.

Independientemente de lo que los estudios académicos dirán más adelante, yo le pondría atención especial a ese dato. La salud mental de un pueblo es siempre una prioridad, máxime en un período en el que, como el actual, cientos de miles viven angustias económicas y deben permanecer encerrados en pequeñas viviendas, muchos en hacinamiento, y que, en general, la incertidumbre y la angustia cunden por todas partes.

Es vital dar estrecho seguimiento a los suicidios (y a las intentonas), y correlacionarlos con las llamadas al 911 por violencia doméstica, entre otra información, para tener indicadores que detecten si, en efecto, la salud mental de muchos está empeorando en esta crisis.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.