Hace un año la pandemia enraizó en Costa Rica, y parece mentira lo rápido que pasó. Hoy pongo este tema para la reflexión: ¿Qué hemos aprendido a la hora de lidiar con este virus? Me refiero al plano colectivo, el de la sociedad, porque en el plano individual cada cabeza es un mundo y, sin investigaciones sobre la materia, no sé qué responder.
Una primera lección es que dependemos de los demás y nuestros comportamientos individuales tienen consecuencias colectivas. En nuestra vida cotidiana estamos mucho más interconectados de lo que creíamos y las élites están más cerca del resto de los mortales de lo que pensaban. Ojalá eso lleve a comportamientos más solidarios.
Una segunda lección es que las desigualdades sociales, al retorcer esos hilos que nos unen, amplificaron los efectos de la pandemia. Impidieron a muchos quedarse en casa y tener acceso a educación o comida, cuando las cosas no tenían por qué ser así. Aprendimos que una sociedad menos desigual es una sociedad más resiliente.
Una tercera lección es que la pandemia mató discusiones artificiales. No era cierto que estábamos cerca de una conexión universalizada por medio de una Internet de avanzada. No era cierto que era imposible generalizar el teletrabajo en muchas actividades económicas. No era cierto la necesidad de un montón de trámites burocráticos presenciales que las instituciones exigen. Ojalá ejecutemos reformas para resolver estos retos.
Una cuarta lección es que la atención de la emergencia sanitaria depende de un sistema de salud pública robusto. Ahí, tenemos fortalezas, pero el financiamiento está debilitado, el sistema saldrá maltrecho de la crisis y urgen cambios profundos de organización y funcionamiento. Enfrentamos un complicado problema: ni reformas basadas en ocurrencias ni el recorte del financiamiento ni preservar el statu quo son alternativas aquí.
No son, obviamente, las únicas lecciones de la pandemia, pero son las que escogí poner en este corto espacio. Ojalá tengamos una buena conversación sobre el asunto.
Hemos vivido el año más extraordinario en un siglo: lidiamos con una pandemia y la convergencia de múltiples crisis. Uso extraordinario en su sentido literal («fuera de lo ordinario») y no en el uso común para calificar algo como muy bueno. ¡Qué va! Todo lo contrario: en un año envejecimos un lustro. Así son los puntos de inflexión.
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El autor es sociólogo.