Enfoque: Prudencia

¿Cómo decir a los actores sociales y políticos, y a los repartidores de adjetivos a diestra y siniestra, que en una crisis tan grave hay que ser prudentes?

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Prudencia: ¿Cómo se enseña lo que es? ¿Cómo y cuándo ser prudente? Es un arte difícil, pues, con frecuencia, las personas la confunden con debilidad y temor, ya que sus signos externos pueden ser parecidos.

¿Cómo enseñar a una persona para que piense dos veces antes de decir algo? ¿Que al calor de un momento no tome acciones inmediatas sin corroborar la información y calcular consecuencias? ¿Que es mejor no exponerse a riesgos innecesarios aunque piense que son pocos los peligros? Lo complicado de aconsejar eso es que le dirán a uno: “Si tiene miedo, compre perro”.

Nadie experimenta en cabeza ajena: los beneficios de la prudencia se demuestran después de los hechos; en cambio, los motivos para la imprudencia son fuertes antes de que todo suceda. Empero, la prudencia nada tiene que ver con el temor o la indecisión; es andar despacio, pero con puño de hierro; evitar riesgos innecesarios con el fin de lograr un buen objetivo para uno y los demás; es pensar en el hoy y en el mañana.

No hay que ser un mago de la Internet para encontrar esta definición de prudencia: “Cualidad que consiste en actuar o hablar con cuidado, de forma justa y adecuada, con cautela, moderación, previsión y reflexión, sensatez y precaución para evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes, y respetar la vida…”.

En pocos lugares es tan preciada la prudencia como en la política. Cuesta tenerla, pues se lidia con la crispación y las luchas diarias de poder. Las personas tratan con gentes con las cuales tienen diferencias ideológicas y personales; hay agravios debido a injusticias, reales o percibidas, en la distribución de posiciones y posesiones. En esta hoguera de acciones y sentimientos, es fácil ser imprudente, dar hoy por la jeta al adversario simplemente porque se podía.

La imprudencia, sin embargo, tiene consecuencias tremendas. El golpe irreflexivo de hoy, el insulto o la jugarreta, se devuelven con creces mañana, porque el agraviado procurará devolver el sopapo con intereses.

¿Cómo decir a los actores sociales y políticos, y a los repartidores de adjetivos a diestra y siniestra, que en una crisis tan grave hay que ser prudentes? ¿Que hay que refrenar la lengua para abrir espacios de acción conjunta con el fin de resolver problemas comunes que urgen?

Al fin de cuentas, la Costa Rica de mañana tendremos que construirla juntos, tirios y troyanos.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.