Enfoque: Palabra empeñada

Tengo la duda de si tomar en serio a un gobernante costarricense cuando enuncia una meta a largo plazo.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Curioso. Y mucho. Especialmente para un columnista de opinión. Hoy tengo una duda, no un veredicto. A veces, las dudas son fecundas; a veces, inútiles pensamientos paralizantes. La duda que tengo es si tomar en serio a un gobernante costarricense cuando enuncia una meta a largo plazo.

Antes de que algunos salten incómodos, aclaro mi postura. Estoy seguro de que un mandatario cree firme y sinceramente en una meta estratégica cuando la traza como horizonte para el país. No albergo una actitud cínica y me molestan las teorías conspirativas. Aprecio el valor de la palabra empeñada.

El problema es nuestro modo de hacer política. Los gobiernos que siguen al que anunció el compromiso rara vez mantienen esa palabra. No me refiero, por supuesto, a promesas de campaña o a contenidos de un plan de gobierno. Mucho de eso es pasajero y es natural que así sea. Cada gobierno tiene ideologías y prioridades distintas.

Hablo de otro tipo de promesas. De esas en las que el jefe de Estado declara solemnemente, ante el mundo, que el país tiene tal meta y compromete en ello nuestra imagen de democracia madura, pacífica, innovadora y proambiente. Una meta así supone un gran esfuerzo nacional durante mucho tiempo.

Hace más de una década dijimos que Costa Rica sería el primer país desarrollado de América Latina en el 2021. El resto del mundo nos creyó, pero nosotros pronto nos desentendimos. Luego, dijimos que seríamos un país carbono neutral. Más tarde, alguien, en un arranque de sinceridad, reconoció que era vara. Y ni hablar de algo más concreto que, sin embargo, era todo un compromiso de inversión al 2047: un nuevo aeropuerto internacional en Orotina. La idea está hoy en el cesto de la basura.

¿Por qué, entonces, hay que creerle a Costa Rica cuando dice que se propone descarbonizar la economía en las próximas décadas? El objetivo me parece correcto; nos coloca en una posición de liderazgo internacional; es, además, necesario y oportuno. Pero… ¡diay!, en este país bien podría ser que el 21 de enero del 2023, a las 9:15 a. m., Recope anuncie que el nuevo gobierno permitirá la exploración petrolera.

Ojalá ese escenario no ocurra. Realmente así lo deseo. Hay una oportunidad de hacer las cosas de forma distinta, pero también un riesgo de quedarnos otra vez en la retórica. ¿Qué hacer? Pasar rápido de las palabras a los hechos, de las buenas ideas a los logros en política pública.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.