Resulta que, en apenas dos años, en Honduras se sacaron de la nada dos conejos del sombrero, como si fueran magos.
El primer acto de magia fue la sentencia del Tribunal Constitucional permitiendo la reelección del presidente actual (Hernández), expresamente prohibida por la Constitución Política. El tribunal argumentó que esa prohibición atentaba contra los derechos políticos del señor.
Ese fue un “conejazo”. Hace unos diez años, le dieron un golpe de Estado al entonces presidente Zelaya porque quería lo mismo. ¡Foul!, gritaron quienes sacaron a Zelaya en pijamas del país y hoy apoyaron la voltereta. Entonces decían: “Hay normas pétreas, inmodificables, en la Constitución”. Ahora resulta que esas normas eran, en realidad, un flan.
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Como en todo truco, este también tiene explicación. Hernández consiguió que el alto tribunal fallara a su favor porque, previamente, logró nombrar magistrados afines. Crowd packing le llaman a eso en la literatura de ciencias políticas.
El segundo acto mágico fue un megaconejo, aún más grande que el otro. En las elecciones recién pasadas, el candidato opositor iba ganando por más de cuatro puntos porcentuales (unos 96.000 votos), escrutado el 57 % de las mesas. De repente, se cae el sistema, el Tribunal Electoral pasa tres días en silencio y luego dice que, con el 80 % de las mesas, el presidente va arriba.
Nueva pausa de cuatro días y luego el anuncio: con todo escrutado, Hernández logró ganar por poco.
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Matemáticas creativas. La única manera de que una ventaja de cuatro puntos se esfume al pasar del 57 % al 80 % de las mesas es que todas las nuevas pertenezcan a pocas regiones; que en el primer corte casi ninguna mesa de esos lugares se haya escrutado y que ahí, sitios rurales y poco poblados que envían su información de último, uno gane, en promedio, por 15 puntos porcentuales o más (habiendo perdido en las otras, contadas de previo).
¿Resultado real? Ahora tenemos dos países del Istmo, Honduras y Nicaragua, donde la democracia electoral ha sido ahogada. Tienen orientaciones políticas contrastantes, pero un mismo método: un hombre fuerte que se perpetúa por medio del fraude y la cooptación de los poderes del Estado.
La política de hechos consumados. Para estos hombres fuertes lo importante es montarse a como sea. Lo malo es que, creo, la comunidad internacional aceptará la maniobra: tiene otras cosas en qué pensar. Malas noticias.
El autor es politólogo.
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