Desde hace años se crean pocos empleos formales o, a veces, disminuyen los puestos de trabajo en el país. Ese mal desempeño del mercado laboral es veneno para el Seguro Social.
Recordemos que el Servicio de Enfermedad y Maternidad (SEM) se financia, principalmente, con las cuotas pagadas por trabajadores y empresarios. Entre más empleo haya, y mejor pagado, mejor financiamiento tendrá el sistema. En cambio, si la economía genera poco trabajo, y de feria la mayoría de lo que crea son empleos informales, los ingresos del SEM crecerán muy despacio.
Esta última situación es, en síntesis, la que el país atraviesa. ¿Cómo se financiarán, entonces, las demandas de los servicios de salud del Seguro Social? Menudo dilema.
Sin embargo, como pasa en las películas de miedo, eso no es todo. Mientras el financiamiento del SEM progresa lento, las presiones sobre los servicios son cada vez mayores y en las próximas décadas los gastos treparán mucho más rápidamente que los ingresos. Eso es una bomba de tiempo.
¿Qué cosas empujan este desbalance por el lado del gasto? Un primer factor es la demografía. El rápido incremento de la población adulta mayor, propensa a enfermedades crónicas, así como el aumento de la expectativa de vida, hacen que el sistema de salud deba atender cada día a más personas y durante más tiempo con tratamientos caros.
Un segundo factor son los estilos de vida no saludables de la población. La comida chatarra y el sedentarismo, por ejemplo, generan que ahora gente mucho más joven deba entrar en prolongados tratamientos paliativos.
Un tercer factor que empuja los gastos del SEM es la utilización de tecnologías cada vez más sofisticadas en los tratamientos médicos: nuevos equipamientos para el diagnóstico, la aplicación de la robótica y el uso de medicamentos de última generación.
Finalmente, también afecta la filosofía sobre la salud que subyace la gestión del SEM, centrada en la medicina curativa y no en la promoción de la salud. Mucho ganaríamos si no hiciéramos una equivalencia entre salud y medicina.
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Incluso, si hiciéramos mucho más eficiente la gestión del SEM, cortando gastos administrativos, desperdicios y duplicaciones —un reto ineludible—, el sistema enfrentará graves problemas.
¿Por dónde empezar? Hay que pensar la complejidad y evitar las fórmulas mágicas. Un foro nacional para pensar el futuro y sus opciones puede ser un punto de partida.
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