Enfoque: El sentido de la mirada

La democracia no es la anulación del conflicto, sino su canalización por medios no violentos

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Con la mirada hablamos, amamos, odiamos, comemos. Procuramos penetrar la psique ajena, hurgamos misterios ajenos y oteamos peligros. Tal es su importancia que damos por cierto aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente.

Menos clara es la centralidad de la mirada para la democracia. En ella, la ciudadanía tiene que estar viendo a los poderes políticos para asegurarse de que no usurpen competencias o recursos públicos. Además, los ciudadanos se miran constantemente entre sí.

Pero hay más. Como se supone que el demos elige al gobierno, todos tienen que constatar que, en efecto, la mayoría lo eligió limpia y libremente. De ahí que los argumentos de algunos políticos de que ellos representan a la «mayoría silenciosa», una que no se ve, es moneda falsa. Una mayoría que no puede certificarse por medio de la mirada no es válida, incluso cuando muchos griten que ellos lo son.

Esto nos lleva a un tema aún más espinoso: la compleja relación entre democracia y verdad. La democracia requiere algún acuerdo general sobre ciertos parámetros de lo que es verdadero, pues la verdad no es lo que el Poder dice que es, sino que lo que puede atestiguarse por medio del escrutinio ciudadano, escrutinio que, al fin y al cabo, es una mirada.

Sin embargo, más allá de algunos pocos acuerdos para dirimir la verdad en procesos relacionados con la formación de mayorías, lo cierto es que en la palestra pública siempre habrá «verdades» en pugna: unos creen que esta política pública es mejor que la otra; otros, lo contrario. La democracia no es la anulación del conflicto, sino su canalización por medios no violentos.

La solución al choque de «verdades» no es el gobierno de expertos, tan caro a Platón, que determinen lo que es cierto independientemente de la mirada ciudadana. Esos expertos también tienen su corazoncito. El punto, para mí, es que toda verdad pueda ser rebatida libremente y que su veracidad sea establecida mediante un acuerdo de mínimos: el que los datos empíricos mandan, datos cuya construcción es verificada por medio de miradas independientes.

Por eso, nada más hostil a la democracia que las fake news. Siempre han existido, pero la tecnología ha potenciado sus perniciosos efectos. Instauran una realidad dividida que ataca la deliberación libre en busca de evidencia e imponen una mirada celosa y violenta, esclava de los titiriteros. Mucho ojo en el 2021.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.