Vemos con optimismo una posibilidad (pequeña) de que la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y otras naciones y regiones, se resuelva por la vía de la negociación y no por una escalada recíproca de tarifas y barreras arancelarias devastadoras del comercio mundial.
Partamos de seis propuestas básicas: 1) El libre comercio beneficia a todas las naciones: induce a la especialización (ventajas comparativas), estimula el comercio mundial y auspicia mayor crecimiento y empleo (situación ideal); 2) Los tratados comerciales casi nunca reflejan la situación ideal, sino el estira y encoge de sectores involucrados (agrícola, industrial, financiero…); 3) Como consecuencia, siempre hay perdedores y ganadores; 4) A finales del siglo pasado, la tendencia era globalizar; en este se cuestionan seriamente sus efectos en pobreza, distribución y desempleo; 5) Por eso, brotó un nuevo proteccionismo (los perdedores alzaron la voz y los oyeron); 6) Luego surgió una nueva tendencia a renegociar tratados para atender las quejas, sin renunciar a la vocación mundial de apertura comercial.
Inglaterra se salió de la UE, pero quiere renegociar. EE. UU. amenazó con denunciar el acuerdo con México y Canadá (Nafta), pero, luego, se sentó a renegociar. Lawrence Kudlow, el nuevo jefe del Consejo Económico del gobierno de EE. UU. –un creyente del libre comercio– anunció la semana pasada que “la negociación del Nafta está progresando y espera hacer un anuncio positivo en el futuro cercano”. ¡Ojalá!
El duro lenguaje entre China y EE. UU. (ojo por ojo, diente por diente) fue suavizado por el presidente Xi Jinping, pues dijo que abriría más su mercado en manufacturas, servicios financieros y propiedad intelectual (que incumple constantemente). De inmediato, el presidente Trump agradeció el gesto y, entonces, Kudlow saltó para agarrar al vuelo la paloma de la oportunidad. En una comparecencia ante el Congreso declaró que “cabezas más calmadas podrían prevalecer en la disputa con China”.
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Luego trascendió en la prensa estadounidense algo más sorprendente: Trump aseveró estar ahora dispuesto a entrar en la Alianza del Pacífico a cambio de suavizar posiciones. De primeras, los miembros actuales se ofuscaron (salvo México), pues renegociar siempre es difícil y causa incertidumbre. Pero ¿quién rechazaría ingresar al mercado más grande y afluente del mundo? Hay esperanzas. Podría garantizar la supervivencia de un libre comercio más justo y balanceado.
jorge.guardiaquiros@yahoo.com