¿Desembocará la reciente volatilidad bursátil en una recesión? Es el gran tema que se discute en Estados Unidos. Antes de responder, digo que el subibaja lo describe muy bien un viejo refrán popular: “Si no es dinga, es mandinga”.
Si sube la tensión comercial entre China y EE. UU., bajan el Dow Jones, Nasdaq y Standard & Poor’s, pero si la relación mejora, suben las acciones; si la Fed eleva sus tasas de interés y dice estar dispuesta a seguir haciéndolo, las bolsas se desploman, como hace unos meses, pero si después aclara que podría hacer una pausa por estar más cerca de la tasa natural de interés, entonces repuntan, como la semana pasada; y si el Banco Mundial y el FMI predicen que el crecimiento bajará del 3 % en el 2018 al 2,5 % en el 2019, las bolsas se inquietan de nuevo. “Si no es dinga, es mandinga”.
El dilema sigue vivo. No hay una relación tan clara entre la volatilidad y las demás variables económicas como producción, desempleo, salarios, inflación, tipo de cambio y tasas de interés. La experiencia no arroja conclusiones infalibles. En teoría, la salud de la economía se refleja en el valor de las acciones: si marcha bien, el consumidor gasta más, las empresas invierten para atender la mayor demanda, contratan más trabajadores, suben salarios y, supuestamente, las bolsas reflejan esa bonanza. Pero los índices también reaccionan ante factores ajenos a los fundamentos de la economía.
En el 2018, el PIB real creció un 3 %, generó 312.000 nuevos trabajos en diciembre y el paro cayó a un 3,9 %. ¿Por qué, entonces, el desplome accionario? Inicialmente, las acciones habían subido en respuesta a la desregulación y menores impuestos que elevaron la rentabilidad y precios de los títulos (tal vez más de lo justificado). Cuando esos efectos comenzaron a ceder, el mercado decidió reflejar valores más bajos y los tenedores aprovecharon el pico para vender al mejor precio y obtener ganancias. La caída, sin embargo, fue excesiva (la rentabilidad de Standard & Poor’s cayó por debajo del promedio histórico y ahora es un buen momento para comprar, dicen los analistas). Las acciones repuntaron la semana pasada, pero podrían volver a caer.
Yo coincido con el FMI, el Banco Mundial y la Fed en que en el 2019 veremos una ralentización global (fin del ciclo expansivo), pero no una recesión; otros economistas demócratas, incluidos los del Project Syndicate (que la han venido vaticinando desde el 2017), creen que, esta vez, sí acertarán. Veremos quién tiene la razón.