Su forma directa de decir las cosas convierte a Consuelo Benavente, fiscal de menores en Valencia, España, en punto de referencia sobre conductas de niños y adolescentes en las aulas. Una de sus conclusiones es que “quien ponga la mano en el fuego por lo que hace su hijo fuera de casa se la va a quemar”.
Por más confianza que haya entre padre e hijo, su experiencia la lleva a decir: “Luego de una amonestación a un hijo, el padre no puede pedir explicaciones al profesor hecho un energúmeno, y mucho menos mostrar esa actitud ante su hijo”. Lo primero, agrega, es enterarse, por las dos caras, de lo que sucedió.
Con la reanudación de las clases, es esencial que cada padre revise su rol, pues muchos obtienen nota 100 en reclamos por calificaciones o sanciones a sus hijos, pero un cero en inculcarles estudio, disciplina y respeto hacia los demás.
Vivimos días en que los celulares o tabletas “educan” desde bebés, porque los padres se los colocan entre las manos con el fin de que “no lloren” o “no molesten”. Las consecuencias son fatales. Es archisabido que a edades tan tempranas se imita lo que se ve o se oye. Por ello, es fácil deducir qué esperar de mensajes, conductas, valores y formas de socializar que inculcan YouTube, TikTok, películas, fábulas o videojuegos.
De ahí que, al llegar a las aulas, la educación y, sobre todo, la formación, sean una labor compleja para los educadores, quienes se enfrentan no solo a conductas aprendidas por el alumno en el celular o tableta, sino también a padres que con tal de excusar una amonestación o una mala nota se atreven a tolerar una mentira o a caer en ella.
Es inconcebible que haya progenitores que creen que la educación es cosa del aula. No. La educación se fomenta en el hogar y se afianza en la escuela. Por ello, resulta vital que los padres empoderen a los maestros en lugar de demeritarlos en la casa o la escuela. Es imprescindible que los docentes se decidan a asumir su autoridad pedagógica (bien entendida) y a reforzar su autoridad moral, y que el Ministerio de Educación Pública, que se las ha restado, los reivindique. Ese es un factor de peso para sacar la educación del bache donde está.
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El autor es jefe de Redacción de La Nación