El nuevo modelo económico es la competencia

Es un error seguir produciendo productos improductivos sin salida a mercados extranjeros.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Costa Rica decidió incrementar las exportaciones al mercado mundial hace más de 30 años. Gracias a ello logró la apertura comercial, un incremento de las inversiones y la venta de servicios de calidad.

Parte del cambio fue la liberación del sistema financiero, las telecomunicaciones, los seguros, la flexibilización del tipo de cambio y la promulgación de una nueva ley del Banco Central de Costa Rica (BCCR) para darle mayor autonomía.

El nuevo modelo desarrolló talento humano para la fabricación de productos electrónicos y componentes médicos, dar servicios en ingenierías y producir decenas de nuevos productos agropecuarios. La apertura comercial ayudó a promover la globalización de las cadenas de valor y promovió crecer a escalas comerciales que no habrían sido posibles enfocados solamente en el mercado local y el centroamericano.

Más del 35 % de nuestra renta nacional proviene del comercio internacional. Contamos con 2.400 empresas exportadoras, 4.000 productos para vender en el extranjero a 145 destinos y acuerdos con Centroamérica, Caricom, Panamá, México, Canadá, Colombia, la Unión Europea, China, Singapur, República Dominicana y Chile. Acuerdos comerciales preferenciales con 54 naciones que representan dos tercios del producto interno bruto (PIB) mundial.

La inversión extranjera suma $2.000 millones, el 3,2 % del PIB en el 2017. Debido a la calidad de las telecomunicaciones y el talento humano costarricenses, el tamaño de los servicios se ha duplicado en los últimos 10 años y solo nos superan Chile y México. Los centros de servicios incluyen actividades de apoyo en informática, tecnología, ingenierías, medicina, finanzas, administración, inmobiliarias y otros.

Dos economías. No obstante los grandes logros, nos encontramos dos caras del desarrollo. Por un lado, un sector exportador de bienes y servicios pujante y, por el otro, un sector tradicional rezagado. Muchos costarricenses consideran que la globalización ha significado pérdida de empleos para los menos calificados y aumento de la brecha social. Pero la realidad es que la globalización ha sido una oportunidad, pero al mismo tiempo un desafío.

Hay costos de ajustes para que todos los costarricenses se beneficien, lo que se requiere son mecanismos de compensación para los “perdedores”. No es la globalización la culpable de nuestros problemas de empleo y subempleo. Es la falta de políticas públicas con visión a largo plazo que operen un cambio radical en nuestra educación pública para ofrecer los recursos humanos necesarios en esta nueva economía basada en el conocimiento, la tecnología y la innovación.

No cabe duda de que el sector tradicional exige mayores aportes fiscales bien focalizados para mejorar su productividad y volverlo un sector ganador. Pero no es estableciendo cuotas, medidas no arancelarias e impuestos a las importaciones que nos volveremos más competitivos.

Los impuestos son un desincentivo a las exportaciones, la competencia y, al final, al empleo eficiente de los recursos. Aumentar impuestos a las importaciones afecta los altos costos internos y no nos permitiría competir globalmente.

Proteccionismo. Con la globalización, nació la Organización Mundial del Comercio (OMC), la cual pretende reducir los conflictos comerciales, fijar normas y asegurar facilidad, libertad y previsibilidad. Esto obliga a los Estados miembros a establecer y respetar políticas comerciales dentro de los límites. La OMC procura resolver las diferencias, reducir el costo de las actividades, fomentar la buena gobernanza, apoyar el medioambiente y la salud y bajar el costo de vida.

El apoyo de la OMC nos ha garantizado el acceso a todos los mercados y, en especial, a los países desarrollados. No obstante, Costa Rica ha abusado de medidas no arancelarias, como en el caso de los aguacates Hass procedentes de México y la importación de carne de cerdo de Chile.

También hemos recurrido a la cláusula de salvaguarda para el arroz, situación que está afectando a los costarricense de menos recursos utilizando el manoseado argumento de la soberanía alimentaria.

Lo cierto es que si no somos competitivos produciendo arroz, debemos buscar otras opciones para que los agricultores se dediquen a productos con más salida. Costa Rica exporta más de 336 productos agrícolas a 110 destinos. Por cada $2 de ellos que importamos, se exportan $2,5. Somos superavitarios, por lo cual es un error seguir produciendo productos improductivos por características de suelos, agua, tecnología, nutrientes y otras variables agrícolas.

No debemos fomentar un sector agrícola insostenible a largo plazo. El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) debe revisar el discurso que ha venido planteando en los últimos años sobre un plan de soberanía alimentaria.

En Argentina, los rendimientos promedio por hectárea del arroz son de 8,5 toneladas contra 3,7 en Costa Rica. El arroz en Argentina se cosecha con tecnología de punta y condiciones agronómicas y climáticas que nosotros no tenemos.

Igual situación se plantea con el maíz blanco. Nuestra productividad es de 2,2 toneladas por hectárea contra 5,5 y 6 toneladas por hectárea en otros países de alta productividad.

La productividad de frijol es de 0,7 toneladas por hectárea mientras que Estados Unidos cosecha 2,1 toneladas.

Está claro que Estados Unidos no puede competir con Costa Rica en banano, café, piña y decenas de productos agrícolas que les exportamos. La actividad agropecuaria debe estar basada en mejor tecnología y tener las condiciones óptimas.

Por muchos años tratamos de sembrar algodón en Guanacaste y los resultados fueron fatales para el Instituto Nacional de Seguros (INS) y la banca nacional.

Con la firma de los 14 tratados, hay compromisos adquiridos para desgravar varios productos sensibles, como el arroz, los lácteos, el pollo y los frijoles. Los plazos vencen en el 2026, por lo cual urgen medidas de mejora o sustitución.

No se trata de sembrar simbólicamente un árbol de aguacate o tomarse una foto con una bolsa de llena de esta fruta. Los costarricenses estamos pagando hasta un 25 % más por los aguacates de Suramérica y a los aguacateros nacionales no les ha mejorado el precio ni la demanda.

Es incomprensible que afrontemos una causa ante la OMC por el bloqueo del aguacate mexicano, cuando tuvimos más de cuatro años para negociar.

No debemos recurrir al proteccionismo, salvo que se compruebe dumping que esté afectando a nuestros agricultores e industriales, para lo cual hay que fortalecer la Oficina de Defensa Comercial del Ministerio de Economía y recurrir a la OMC.

El proteccionismo es un freno a la competitividad del país y hoy vemos con preocupación lo que está sucediendo por la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que al final serán los consumidores norteamericanos quienes van a pagar las facturas con mayores precios. Otro ejemplo doloroso es lo que se está viviendo en la bolsa de valores, la inversión y el empleo en Inglaterra con la salida del Reino Unido de la Unión Europea.

El autor es ingeniero.