La respuesta de Canatur y Cadexco es repetitiva y cansina. Insincera, además. Aunque me apena abusar de la paciencia de mis lectores, me obliga a clarificar mi dicho, que es cierto, y el de ellas, que no lo es.
Niegan la referencia a los límites de una devaluación sobre el crecimiento en el documento del FMI sobre la economía mundial. Sí está. Aparece en la pág. 106 (versión en inglés). Exige hacer un análisis de equilibrio general para sopesarlas. Léanla. Y en otro documento complementario, también del FMI, sobre el equilibrio general rechaza una fuerte devaluación (20%), como la por ellas pretendida: si bien suben las exportaciones, el crecimiento del PIB cae por su efecto negativo en otras variables.
Lo que no es cierto es que el BCCR, en sus Reflexiones del tipo de cambio real, “reconoce una pérdida de competitividad por tipo de cambio del orden de 30 puntos porcentuales”. Falso. Ni lo dice ni acepta que la apreciación equivalga a pérdida de competitividad. Más bien, sostiene lo contrario. Es deplorable discutir cuando no prima suficiente honestidad intelectual.
Volvamos al origen del debate. Acusaron al BCCR de centrar su política cambiaria en la inflación “dejando en el olvido la competitividad del sector productivo para promover la producción y el empleo”. Yo les salí al paso. Dije que el BID y FMI no recomendaban devaluar por estar el tipo de cambio en equilibrio y ser la cta. cte. de la balanza de pagos sostenible; que los problemas de competitividad obedecían a otras causas y se combatían con políticas distintas; que el BCCR sí había hecho la tarea al reducir su tasa de política monetaria (aunque no todo se trasladó a las tasas activas por la voracidad de los bancos, en especial privados); y que devaluar no era la receta para combatir el desempleo, mucho del cual es estructural.
Las cámaras aducen que están mal. Suena petulante y presuntuoso. ¿A quién creer: a técnicos internacionales de experiencia o a cámaras deseosas de jalar agua para sus molinos sin contemplar, en absoluto, los efectos de una devaluación (bombazo) en los más pobres? La respuesta es obvia. Pero estrellarse contra el BID y FMI no es su trago más amargo; peor fue fracasar ante el Banco Central en su intento por exigir más inflación y devaluación. Con argumentos técnicos y palabras menos cortantes que las mías, pero firmes, las descartó: “Desde el punto de vista de las políticas monetaria y cambiaria no se considera necesario ni prudente realizar artificialmente ajuste alguno”. Yo me doy por satisfecho. Me alegro que una institución de ese calibre moral e intelectual haya sabido resistir presiones disfrazadas de insincera preocupación social.