La ruta del psicoanálisis, con perdón de algunos amigos, no es, necesariamente, la mejor para entender a la gente. Pero sí puede servir para escrutar a los partidos, sobre todo si, como el Frente Amplio, revelan severos trastornos de personalidad.
En medio de la confusión sobre si la agrupación es marxista (¿en qué grado evolutivo?), socialista (¿de cuál gama?), progresista (sin más), o simplemente izquierdista (¿cómo quién?), ha detonado en su seno una corriente trotskista.
¿Qué significa esta divisa, 76 años después de que Lev Davidovich Bronstein, alias Trotski, fuera asesinado en México por órdenes de Stalin? Difícil saber, y quizá solo pueda aclararlo la diputada Ligia Fallas, que intenta tatuarla en el confuso ethos frenteamplista. Pero con Freud a un lado y Lacan al otro, me atrevo a decir que el problema de identidad del Frente, ahora exacerbado, trasciende lo ideológico y se hunde en la clásica tensión entre el yo y el superyó.
Su yo, que se supone lo liga al principio de realidad, estimula cierto pragmatismo, impuesto por el entorno democrático en que debe actuar y, quizá también, por las convicciones de algunos dirigentes. Desde este prisma, el FA actúa según reglas institucionales, compite por cargos de representación y respeta la Constitución y las leyes, al menos hasta nuevo aviso.
Su superyó, en cambio, acumula una convulsa carga histórica y doctrinaria, que genera ruidos constantes, confusión inevitable y tensiones extremas. Allí chocan, como fuentes últimas de impulso y control, Marx, Lenin, Stalin, Mao, el Che, Marcuse, Castro, Allende, Chávez y, ahora, Trotski. No en balde algunos de sus líderes siempre lucen atormentados.
La “sanación” no está en el ruido de un congreso ideológico, sino en el susurro del psicoanálisis, para ahondar en sus repliegues más profundos cuáles atavismos, ilusiones y complejos agitan su personalidad. Quizá entonces sí podrá conjurar sus demonios y reactivarse electoralmente.
El temor al diván psicoanalítico no debería frenarlo. Ya un partido amigo hizo el ejercicio y salió sólido y sensato.
También se llama Frente Amplio y ha gobernado Uruguay, con notable éxito, por tres períodos consecutivos. Presumo que sus terapeutas estarán dispuestos a recibir al FA criollo en consulta.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).