Berkeley Earth está conformado por un grupo independiente de científicos del clima, y recientemente publicaron datos que no deben pasar inadvertidos: 2024 fue el año más cálido registrado desde 1850, superando el récord establecido en 2023.
Más que una cifra, es una advertencia contundente sobre los riesgos del cambio climático y sus consecuencias para el planeta.
Los últimos diez años fueron los más cálidos desde que se tienen registros, y el aumento de las temperaturas en 2023 y 2024 fue tan abrupto que superó con creces las previsiones de los científicos.
El incremento se debe a una combinación de factores naturales y antropogénicos, entre ellos, la acumulación de gases de efecto invernadero debido a actividades humanas; la reducción de aerosoles de azufre emitidos por el transporte marítimo, que antes actuaban como reflectores de la radiación solar; y la influencia del fenómeno de El Niño, que alcanzó su punto máximo a finales de 2023.
La interacción de estos factores causa la subida de la temperatura promedio global, que alcanzó los 1,62 más menos 0,06 °C por encima del promedio preindustrial (1850-1900).
Este es el segundo año consecutivo en que se supera el umbral crítico de 1,5 °C, una señal preocupante que refuerza la necesidad de actuar con urgencia sobre el cambio climático.
En 2024, el 24 % de la superficie terrestre registró temperaturas récord que afectaron a unos 3.300 millones de personas. Países como Brasil, China, México y las naciones de Centroamérica vivieron un año extraordinariamente cálido, con promedios anuales de +1,4 °C en Belice, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá; y de +1,5 °C en Guatemala y Nicaragua. Incluso en los océanos, que absorben gran parte del calor del planeta, las temperaturas llegaron a +1,15 °C por encima de los niveles preindustriales.
El calentamiento tiene efectos devastadores: olas de calor más prolongadas, incendios forestales, disminución de las cosechas y un aumento del nivel del mar, que amenaza a las comunidades costeras. Los ecosistemas marinos, como los arrecifes de coral, también resultan gravemente afectados por el blanqueamiento masivo ocasionado por el alza de la temperatura oceánica.
El objetivo de limitar el calentamiento global a no más de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales ha sido un punto central de atención internacional, consagrado como meta global en el Acuerdo de París.
El límite se estableció tomando en cuenta los promedios multidecenales, por lo que un solo año que supere ese umbral no representa automáticamente un fracaso. No obstante, el ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero indica que tal objetivo podría ser superado en los próximos cinco o diez años.
Esto no significa que la lucha esté perdida; sin embargo, cada fracción de grado adicional de calentamiento implica impactos más graves y costosos.
Durante las últimas décadas, el calentamiento ha sido casi lineal, con un incremento de 0,20 °C por decenio debido al aumento constante de gases de efecto invernadero. En 2024 se registró un récord en el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera. La cantidad anual emitida fue un 0,8 % mayor que en 2023, estableciendo un nuevo máximo histórico.
Frente a este panorama, es crucial reforzar las medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Entre las acciones más urgentes destacan la transición hacia fuentes de energía renovable y el abandono progresivo de los combustibles fósiles, lo cual, en Costa Rica, implica transformar la movilidad mediante un sistema de transporte público eficiente y accesible que reduzca el uso del vehículo unipersonal; la reducción de la deforestación y la restauración de ecosistemas críticos como los manglares, bosques y humedales; y la promoción de prácticas agrícolas sostenibles y dietas con menor huella de carbono.
Además de mitigar, es fundamental fortalecer la capacidad de adaptación de las comunidades más vulnerables. Esto incluye invertir en infraestructuras resilientes, mejorar los sistemas de alerta temprana y garantizar tanto la seguridad hídrica como la alimentaria frente a eventos climáticos extremos.
Los datos de 2024 son una llamada de atención. Aunque el futuro presenta grandes desafíos, aún hay margen para evitar los peores escenarios. La ciencia es clara y precisa: cada acción cuenta, y cada fracción de grado evitada marca la diferencia para millones de personas y para la biodiversidad del planeta.
Es momento de pasar de los compromisos a las acciones. Los próximos años serán cruciales para determinar si seremos capaces de revertir esta tendencia o si dejaremos un legado de inacción que marcará el destino de las generaciones futuras.
Lenin Corrales Chaves es analista ambiental y fue presidente del Consejo Científico de Cambio Climático de Costa Rica.
