FIRMAS PRESS. Hace 10 años asesinaron a Oswaldo Payá y a Harold Cepero en Cuba. Fue el 22 de julio del 2012. Luego llegaremos a eso. El español Ángel Carromero y el sueco Aron Modig fueron, más o menos, testigos del crimen.
Carromero era un delegado de Nuevas Generaciones, organización juvenil del Partido Popular español, mientras Modig era el presidente de las Juventudes de la Democracia Cristiana sueca.
Hace unos días, me llegó un excelente libro de David E. Hoffman, premio Pulitzer y editorialista de The Washington Post, titulado Give Me Liberty: The True Story of Oswaldo Payá and his Daring Quest for a Free Cuba. El Premio Pulitzer es una garantía de que Hoffman sabe investigar. No le pueden dar gato por liebre.
Para los que no conocen la historia de Estados Unidos, Give Me Liberty es un famoso discurso que Patrick Henry pronunció en St. John’s Church, en Richmond, Virginia, el 23 de marzo de 1775, cuando se gestaba la revolución estadounidense. Sus palabras, que electrizaron a la audiencia, terminaban con una frase muy conocida en el país: “Give me liberty… or give me death”.
Querían asustarlos
La obra, muy bien investigada, especialmente a partir de la historia de Payá, me la envió John Suárez, sustituto de Frank Calzón, fundador y alma del Center for a Free Cuba, un think-tank dedicado exclusivamente a la libertad de los cubanos. Acaso el único en su género en una ciudad en la que abundan los “centros de reflexión”.
A lo que iba: Give Me Liberty sirvió para convencerme de lo que ya me habían advertido Ofelia (la viuda de Payá) y Rosa María (la hija mayor y fundadora de Cuba Decide, formidable colaboradora de la obra de su padre): que el régimen asesinó a Oswaldo y a Harold, aunque no fuera lo que Raúl Castro pretendía hacer.
Quería asustarlos, no matarlos, pero condonó la acción tan pronto fue cometida. Para Fidel y Raúl, resultaba obvio dónde estaban sus lealtades. De ahí el brutal encubrimiento, como siempre sucede: los episodios de los barcos hundidos con su carga de niños inocentes, el 13 de Marzo y el Canímar, y los fusilamientos del general Arnaldo Ochoa, del coronel Tony de la Guardia y otros, son los más conocidos, pero no los únicos.
Los servicios secretos cubanos, organizados y adiestrados por la Stasi de la Alemania comunista en los años sesenta y setenta del siglo XX, tienen formas ostensibles e invisibles de montar la persecución a cualquier objetivo presente en la Isla.
Querían dar un escarmiento a los “arrogantes europeos”, presentes en Cuba para entrenar a los cubanos en los avatares de la transición, de manera que eligieron la fórmula “ostensible”.
El método
Un vehículo evidente, propio de la temible Seguridad del Estado cubana, un Lada rojo, que los siguió buena parte del trayecto, incluso los chocó por detrás y causó el accidente que se saldaría con los dos muertos cubanos (¡qué casualidad!).
No era la primera vez que seguían a Oswaldo Payá de forma ostensible. Un colaborador de Payá declaró que días antes del asesinato del líder opositor, conjuntamente con Harold Cepero, emplearon el mismo procedimiento para intentar infundir miedo en Payá, solo que en esa oportunidad volcaron su vehículo y el auto quedó con las gomas hacia arriba.
Por eso, la Seguridad del Estado (la policía política cubana) tiene una postura errática. Por una parte, han hecho lo de siempre, lo que internamente se sentían autorizados a hacer: aterrorizar disidentes. Pero en este caso las dos personas resultaron muertas.
Si murieron en el acto o si fueron asesinados a posteriori, en los dos casos hay encubrimiento y un comportamiento muy sospechoso. Mary Anastasia O’Grady, gran experta en asuntos cubanos, da por sentado que fue asesinado, en un artículo (“¿Cómo murió realmente Oswaldo Payá?”) en el Wall Street Journal del 7 de abril del 2013.
¿Por qué le niegan a la familia la posibilidad de examinar el cadáver y realizar la autopsia? ¿Por qué no responden a las acusaciones que les hacen los juristas de Human Rights Watch? ¿Qué sentido tiene negarse a compartir las pruebas con partidarios y adversarios si las tienen a mano y es una oportunidad dorada de callarles la boca por un buen número de años a los adversarios de la Revolución cubana?
Cuba se agrava
Nadie cree el cuento de la “altivez revolucionaria”. Cuando ha sido necesario, han bajado la cabeza y se han tragado el orgullo. Ya están ambos muertos y se puede contar. Fraga Iribarne le dijo a Fidel Castro que lo iban a colgar de los testículos si no modificaba su comportamiento. Fidel, esa madrugada, abandonó Galicia, pero no le respondió a Fraga. Se comió su respuesta.
Hoy, y desde que terminó la caridad chavista, el país se agrava y se ha convertido en una pocilga debido a la falta de todo lo elemental (electricidad, medicinas, agua potable, comida), a lo que se agrega la presencia del dengue, la covid y otras desgracias similares, como si las siete plagas de Egipto afectaran a Cuba.
Al fin y a la postre, lo que planteó Oswaldo Payá en el Proyecto Varela tiene una extraordinaria vigencia. Planteó en el 2003, hace 19 años, ir “de la ley a la ley”, aprovechando un espacio que les dejaba la legislación para preguntar al país si insistía en el comunismo o evolucionaba hacia otras formas más inteligentes y sensatas de organizar la convivencia.
En esa época, todavía vivía Fidel Castro, y, en lugar de aprovechar la oportunidad que le daba su opositor de rectificar, le salió con una pachotada y lo acusó de ser “la CIA por otros medios”. No solo no le dio la libertad. Le dio la muerte.
@CarlosAMontaner.
Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor. Su último libro es Sin ir más lejos (Memorias).