Estos son días aciagos, comienza Benjamín Ames, mi amigo, que es un plagiario impenitente, adicto a las perogrulladas y los lugares comunes. Enseguida, aclara que no lo dice por lo que resulte de las elecciones, aunque tal vez sí; lo de menos es la pandemia, con la que hemos resuelto coexistir, pero no convivir; ni siquiera la guerra.
¿Y lo demás?, le pregunto. Lea los periódicos, vea los noticiarios, métase en las redes sociales, ¡sospeche!
Ya yo no lo hago, agrega. Y sigue: en el estado de cosas por el que atravesamos, uno puede transitar dos caminos, la decepción o la resignación. Me parece que está citando a alguien.
El primero provoca ira y suele conducir al populismo, con los resultados que usted sabe, o, al contrario, si se tiene mucha suerte, aviva la participación democrática, así sea modesta, y abre condiciones a la revisión, la modificación y la transformación.
La resignación, en cambio, lleva al cinismo, a que los que pueden acoracen su vida y se recluyan estrictamente en su propia esfera de intereses: no más fraternidad, solidaridad, cooperación ni equidad; es el sálvese quien pueda.
En mi caso, afirma, un día me inclino por una cosa y al siguiente por otra; yo mismo no sé qué predicaré o qué oficiaré mañana; llegará el momento en que nadie me creerá ni me tomará en serio; sin embargo, mientras tanto, habrá necios como usted que me presten atención y hasta me escuchen. Y se ha reído en mi cara.
Le he dado vueltas a lo que Ames ha dicho. Me armé de valor, seguí su consejo, revisé los periódicos de varias semanas, que es lo que tengo más a mano. Pues sí, hay razones para el escepticismo o el desaliento; la institucionalidad democrática sufre notorias perturbaciones.
Así, por ejemplo, ¿se degrada la autoridad de la justicia? Si el arbitrio sesgado del legislador, y no la imparcialidad de la ley, pretende configurar la sentencia, ¿para qué los jueces?; si jerarcas políticos la desacreditan cautelarmente para afear su contenido, ¿se requiere obediencia de los jueces?; y si los auxiliares de la justicia ya no la auxilian ni dialogan con ella, sino que le dan la espalda y la desautorizan con discutible sapiencia, ¿cuál es el estatus de los jueces y de la función que desempeñan?
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPIlegal.