En el Palazzo Pubblico de Siena, una serie de frescos medievales de Ambrogio Lorenzetti resaltan “los efectos del buen gobierno” al mostrar una ciudad vibrante en comercio, construcción, banca y manufactura, mientras el campo se ve fértil y bien cultivado. Sin embargo, al otro lado del salón, los murales con “los efectos del mal gobierno” presentan una urbe donde imperan el crimen, el autoritarismo, la pestilencia y el deterioro de los edificios. El campo está desolado.
Del paisaje contrastante en la obra de Lorenzetti se rescata que el concepto del “buen gobierno” es algo que nos atañe a todos, puesto que del manejo de la cosa pública se deriva la prosperidad o la miseria de un pueblo. Y en pocos ámbitos esto tiene un impacto tan discernible como lo es en la política monetaria. Por eso, la autobiografía de Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal que murió la semana pasada, no puede tener un subtítulo más apropiado: “En búsqueda del dinero sólido y el buen gobierno”.
Pocas políticas pueden sumergir a un país en la penuria de manera tan expedita como una alta y persistente inflación. Tan solo veamos la tragedia de Venezuela. A la hiperinflación de la República de Weimar se le achaca el surgimiento del nazismo en los años veinte. Y en nuestro país, una inflación del 90 % a principios de los ochenta hizo que la pobreza se disparara a más de la mitad de la población y que toda una generación abandonara la secundaria para ir a trabajar, cuyas secuelas aún pagamos hoy.
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A Volcker le tocó asumir las riendas de la Fed a finales de los setenta cuando EE. UU. padecía una alta inflación que muchos suponían irremediable. El flagelo tenía solución, pero requirió un alza brutal en las tasas de interés que sumergió al país en una recesión en 1980-82. Volcker perseveró, blindó a la Fed de las inevitables presiones políticas y para 1983 logró bajar la inflación por debajo del 3 %. De esta experiencia trascendió la importancia de darle independencia al banco central, una reforma que se popularizó en los noventa y que explica en buena medida el período de baja inflación que ha gozado gran parte del planeta en las últimas dos décadas.
Volcker fue un artífice contemporáneo de los efectos del buen gobierno. Su legado de combate contra la inflación bien merece un fresco en la Fed.
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El autor es analista de políticas públicas.