En los casi cinco años que llevo escribiendo esta columna, es la primera vez que me toca un 23 de diciembre, es decir, en festivus. Se trata de una celebración pensada para alejarse de las formalidades y presiones que conllevan los otros festejos de la época y cuya tradición cúspide es el “desahogo de agravios”, en el que les hacemos saber a los demás lo mucho que nos han decepcionado durante el año.
Empecemos por algo de la semana pasada. La Sala Constitucional venía muy juiciosa tumbándose los odiosos privilegios contenidos en muchas convenciones colectivas. Pero, por algún motivo, no encontró ningún abuso en el plus por “índice gerencial” que los propios magistrados inventaron en el 2008 para aumentarle los sueldos a la cúpula del Poder Judicial entre un 26 % y un 96 %. Esto bien califica como un “milagro festivus”.
Hablando de decepciones, las pruebas PISA fueron un nuevo baldazo de agua fría a quienes andan por el mundo presumiendo que Costa Rica “invierte” el 8 % del PIB en educación. Los resultados de los alumnos en lectura, matemática y ciencias vienen cayendo desde el 2012, pero, para el MEP, “todo depende de cómo se vea”. Más bien, si por los discursos oficiales nos guiamos, el país está a las puertas de entrar en la “cuarta revolución industrial”. Si algo deben enseñar, es que vender humo descarbonizado no cuesta nada. Sería interesante saber qué opinan las nuevas generaciones de estos y otros problemas, pero toda discusión con millennials rápidamente termina con un “OK, boomer”. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, lo acusan a uno de ser abanderado del patriarcado colonizador heterodominante y le recetan cárcel por promover el odio. Hablando de amor y tolerancia milénica, ¿qué hacemos transfiriéndole miles de millones a la UCR si sus querubines ya inventaron el agua inflamable y bien la podría patentar?
A tan solo cuatro meses de la entrada en vigor del garrotazo del IVA, el nuevo ministro de Hacienda parece haber enterrado la retórica sobre la necesidad de una reforma institucional y llegó al país con el revolucionario discurso de que tenemos una baja carga tributaria. Por suerte, la Cancillería nos envió a “cafecito con oro” para recordarnos en qué se están “invirtiendo” los nuevos impuestos. Feliz festivus para el resto de nosotros.
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El autor es analista de políticas públicas.