Si bien la década no termina hasta el próximo año, mañana llegan a su fin los 2010. Repasemos los indicadores más importantes para ver cómo nos fue en este decenio.
Lamentablemente, sufrimos una marcada ralentización económica, con un promedio de crecimiento anual del 3,6 %, inferior al 4,2 % de los 2000 y al 4,8 % de los 90. Sin un mayor ritmo de expansión de la economía, es difícil que generemos suficientes puestos de trabajo, tengamos salarios crecientes y reduzcamos la miseria. El ingreso promedio real mensual del trabajador termina estancado, al pasar de ¢472.436 en el tercer trimestre del 2010 (en colones del 2019) a ¢470.737 en el mismo período de este año. No sorprende que hayamos empezado el decenio con un 21,3 % de las familias viviendo por debajo de la línea de pobreza y que lo cerremos con un magro 21 %.
Si algo sirve de consuelo, pasamos del 8.° al 7.° lugar de América Latina en PIB per cápita (ajustado al poder adquisitivo), pero el avance tuvo que ver con las profundas crisis de Brasil y Venezuela. Aun así, somos el equivalente de Jicaral en la tabla de posiciones regional. El desempleo es uno de los mayores lastres, promedia un 9,8 % desde el 2010. Lo más preocupante es que parece que ya nos acostumbramos a tener un alto nivel de desocupación. Como si fuera poco, la informalidad pasó de un 40,2 % a un 46,3 %.
Las señales son inequívocas de que tenemos un mercado laboral anémico y en franco deterioro.
La situación fiscal es uno de los factores que más ha atentado contra el dinamismo de la economía. En este decenio, el déficit fiscal promedió un 5,2 % anual y la deuda del Gobierno Central estalló de un 26,1 % a un 59,1 % del PIB. El fuerte endeudamiento se tradujo en mayores tasas de interés que estrujaron el consumo y la inversión, y finalmente desembocó en un aumento de impuestos que golpeó a consumidores y empresarios. Afortunadamente, hay un indicador que no se vio afectado y más bien presenta una clara mejora: la inflación apenas promedió un 3,1 % anual, comparado con un 10,6 % en los 2000 y un 16,9 % en los noventa. Las estadísticas no mienten: ha sido un mal decenio para Costa Rica. Hagamos lo necesario para corregir el rumbo en los años veinte.
El autor es analista de políticas públicas.