La visión es la siguiente: estamos en el antiguo Egipto y la ceremonia de Apertura de La Boca ha comenzado. En ella la música es la gran protagonista. Hace que otros mundos aparezcan, sincronizando, codificando y modificando el tiempo. El suelo está lleno de muestras de la cosecha y los incensarios emanan humo y olor hipnotizante que ayuda a que el Ka del fallecido encuentre el rumbo o que los muertos vivientes que necesitan despertar vuelvan a la vida.
Los presentes en la ceremonia cantan y lloran o lloran y cantan, ayudados por la repetición de sonidos que potencian la descarga emocional y son, además, soporte de la representación artística que en honor a los dioses se ha construido.
Gigantescas imágenes policromas adornan los muros de los templos. Inesperadamente, parece que se mueven, que gesticulan desde lo alto y dictan voluntades. Todos dan vueltas, brincan, bailan. Verdaderos potenciadores de la propaganda son las imágenes activadas y los sonidos representativos de mundos que consideramos poderosos.
El trance ha iniciado como un estado de histeria colectiva propiciado por la imaginería mental que a su vez ha sido provocada por la percepción alterada del grupo.
Medios de propaganda. Nada nuevo desde el antiguo Egipto a este presente costarricense que no se ha escapado de la influencia de los nuevos y viejos medios de propaganda que, legitimados en otros tiempos por una sola práctica religiosa y un poder incuestionable (paredes de templos con murales, paredes de palacios con cuadros, paredes de senados con esculturas…), ahora es utilizado por muchas iglesias, templos, marcas del mercado y campañas políticas.
El duermevela o estado de trance de la población es activado con canciones, cánticos, alabanzas y ritmos repetidos que consiguen desplomar a muchos con solo una puesta de manos sobre el cuerpo. Y es cierto, el poder de una conciencia alterada es enorme.
Tonos de voz, panderetas, sonajas y frases repetidas, respiración, saturación de la percepción, ayuno, vigilia etc., son usados para despertar la emotividad y ahora, además, súmese la exposición de las imágenes que nos mantienen en una sumisión cómplice de los problemas y la realidad social.
Lucio Apuleyo en La metamorfosis cuenta que una vez concluido su ayuno de varios días es conducido a la parte más oscura del templo, donde respira incienso y oye cantos de un coro de sacerdotes. Allí, en medio de las tinieblas, dice haber visto el sol brillar en su máximo esplendor hasta subir a donde los dioses estaban para dorarlos cara a cara.
¿Cierto o resultado de una magnífica puesta en escena de la maquinaria propagandista de entonces? ¿Estado místico o alterado?
Lo cierto es que estas ceremonias que utilizan el trance como medio de experiencia son eficaces cuando se pasa de un estado de dolor, carencia, o muerte en vida, a otro de gozo sin límites, o luz como es descrito por Apuleyo.
Trance colectivo. ¿Cuánto estado de carencia se necesita para querer, tener y propiciar un trance colectivo en la actualidad?
¿Cuán silenciado, desinformado y condicionado se necesita estar para que el trance de pasar de un pozo negro de la vida nos haga seguir la luz artificial de las imágenes activadas con la propaganda de una sola persona?
Aunque no todo trance es malo o vulgar, si sigue siendo significativo para la mente humana. Dichosamente, todo trance es temporal. Pasamos por ahí y si contamos con recursos racionales y guías conocedores del camino no nos quedamos en él. Eso es lo importante. El recurso inagotable de la mente humana asimila y cambia. Percibe y corrige los modelos. En lo personal y en lo social. Ahí esta la historia para probarlo.
Si fuimos muertos vivientes para participar de estos trances y despertar y volver a la vida, sin duda la vida, al volver, tendrá otro brillo.
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Ese otro brillo quizá empieza a aparecer en el horizonte de nuestra sociedad, cuando es ya evidente el estrellarse contra el poder de los medios de comunicación y la creación de estos estados paralelos que, como parásitos, se alimentan de los grupos abandonados, vislumbrando un futuro mortífero para la democracia.
Porque después del trance viene la luz si dejamos de ser testigos mudos de lo que pasa, como bien dice la nueva fiscala general de la República.
Resucitados y con la boca abierta.
La autora es escritora y filósofa.