El 2023 será otro año complejo y retador, caracterizado por un débil crecimiento global de apenas un 2,7 % (FMI) y con muchas posibilidades de que algunas economías entren en recesión. Hay que enfocarse en cuatro temas: los efectos de la guerra en Ucrania, la lucha por controlar la inflación, los mercados de la energía y el camino incierto que tomará China tras la pandemia.
Adicionalmente, una agenda geopolítica sobrecargada por las tensiones entre Estados Unidos y China y un sistema de seguridad colectiva inoperante agregan mayor tensión.
Bienvenidos a la policrisis o permacrisis, momento histórico caracterizado por múltiples crisis globales que se desarrollan al mismo tiempo en una escala casi sin precedentes y que generan un período prolongado de incertidumbre, inestabilidad e inseguridad.
Latinoamérica ingresa al nuevo año con un mapa reconfigurado: una nueva marea rosa con las cinco principales economías en manos de gobiernos progresistas, pero con diferencias considerables entre ellas y un escenario global y regional más adverso.
El crecimiento económico promedio regional será anémico: el FMI prevé un 1,7 %; la Cepal, un 1,3 %; y S&P, un 0,7 %. La inflación, si bien irá disminuyendo, continuará alta. La región acumulará además una segunda década perdida en términos económicos (2014-2023) unida a fuertes retrocesos en materia de desarrollo social, lo que anticipa que el malestar seguirá, por lo que no hay que descartar nuevos estallidos sociales.
El 2023 estará marcado por gran incertidumbre, inestabilidad, volatilidad y riesgo político; el aumento de la percepción de inseguridad frente a un crimen organizado cada vez más extendido; y con varias democracias asediadas por el populismo, propuestas autoritarias y la polarización.
La situación de los derechos humanos y la libertad de expresión continuarán bajo amenaza en la región. Por su parte, la brecha entre la magnitud y complejidad de los problemas por resolver y la menguada capacidad de los gobiernos para darles respuesta seguirá originando crisis de gobernabilidad en varios países.
Intensa agenda electoral
América Latina vivirá un rali electoral marcado por la celebración de tres procesos generales —presidenciales y legislativos— en Paraguay, Guatemala y Argentina.
Otras elecciones de gran trascendencia completan el agitado calendario 2023. Dos elecciones estaduales en México, en los estados de México y Coahuila, que servirán de termómetro de cara a las elecciones presidenciales del 2024; y locales en Ecuador, plegadas a un referendo para consultar a la población la eventual modificación de la Constitución en materia de seguridad ciudadana, instituciones del Estado y medioambiente.
A ello debemos agregar elecciones locales en Colombia y en Chile para designar consejeros constituyentes y un plebiscito de salida vinculado al proceso constituyente, la posibilidad de elecciones presidenciales en Haití (aún no confirmadas) y varias elecciones primarias o internas, entre ellas, en Argentina, Panamá y Venezuela.
En Paraguay (30 de abril) la contienda estará centrada entre el candidato oficialista del Partido Colorado, Sebastián Peña, y el candidato de la concertación opositora que reúne a varias fuerzas políticas, Efraín Alegre (del Partido Liberal Radical Auténtico). El oficialismo parte con ventaja, pero podría haber sorpresas.
En Guatemala (25 de junio), las elecciones podrían brindar una oportunidad de mejora o acelerar el deterioro democrático y social que sufre el país. De momento, las encuestas colocan a las opositoras Zury Ríos (conservadora) y Sandra Torres (populista de centroizquierda) encabezando los sondeos, y a Manuel Conde, candidato oficialista, muy lejos de ambas.
En Argentina (22 de octubre), el panorama sigue abierto. No está claro si el presidente Alberto Fernández buscará la reelección —la valoración de su gestión es negativa— o si apoyará a otro candidato, que podría ser el actual ministro de Economía, Sergio Massa —dependiendo de la marcha de la economía y la inflación—, o alguna figura del kirchnerismo.
Tampoco está definido quién liderará el sector opositor de Juntos por el Cambio, ya que existen varios aspirantes: el expresidente Mauricio Macri, el jefe de gobierno de la CABA Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Un tercer interrogante es hasta dónde crecerá el candidato anticasta de derecha Javier Milei. Es probable que haya voto de castigo al gobierno con tendencia a la centroderecha o derecha.
De todos estos procesos, importa observar dos tendencias: si se mantendrá el voto de castigo a los oficialismos y si seguirán triunfando los gobiernos progresistas, o si veremos un cambio de ciclo político favorable a gobiernos de centroderecha o derecha.
Países y procesos que monitorear
El 2023 será un año particularmente intenso para América del Sur. Al agitado calendario electoral, debemos incluir en nuestro radar: 1) El inicio del tercer gobierno de Lula en Brasil en circunstancias muy desafiantes; 2) las negociaciones entre Maduro y la oposición venezolana, cuya prueba de fuego sería la celebración en el 2024 de elecciones con garantías; 3) la evolución del nuevo gobierno en Perú; 4) el fuerte aumento de la tensión política en Bolivia; y 5) el avance de las reformas de pensiones y salud, las negociaciones con el ELN y otros grupos, y los resultados de las elecciones regionales en Colombia.
Fuera de América del Sur, hay que poner la lupa en las dictaduras de Nicaragua y Cuba, la deriva autoritaria en El Salvador, la marcha de los gobiernos de Xiomara Castro en Honduras y de Rodrigo Chaves en Costa Rica y el desenlace de la grave crisis que vive Haití, convertido en un Estado fallido.
Con tantos cisnes negros y rinocerontes grises no es fácil hacer pronósticos. Pese a esta limitación, nuestro radar alerta que el 2023 será otro año desafiante y de “tiempos nublados”. La combinación de “calles calientes” y “urnas irritadas” continuará en América Latina, lo que complicará la gobernabilidad y la convertirá —junto con el anémico crecimiento y elevada inflación, la inestabilidad y la inseguridad— en el mayor dolor de cabeza para un número grande de gobiernos.
Para dar respuesta a estos múltiples desafíos y, al mismo tiempo, aprovechar las nuevas oportunidades de crecimiento e inversión que se abren a la región, en especial en agricultura, minería y nearshoring, los gobiernos deberán consensuar e implementar reformas que respondan a las exigentes demandas ciudadanas sin afectar seriamente la macroeconomía, el equilibrio fiscal y el clima de negocios.
@Zovatto55
El autor es director regional de IDEA Internacional.