Buenos días: Terror hace 100 años

Costa Rica también conoce la vida en dictadura: en mayo de 1919, había 250 presos políticos. Federico Tinoco se hizo del poder y hubo decenas de ejecutados, entre ellos, el escritor Rogelio Fernández Güell.

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Imposible pasar esta página de la historia. Hoy, hace un siglo, una Costa Rica de 400.000 habitantes sufría la dictadura de Federico Tinoco Granados. A estas alturas, decenas de adversarios habían sido ejecutados, entre ellos, el diputado y periodista Rogelio Fernández Güell, un magnicidio que el maestro Marcelino García Flamaneco reveló, lo cual, pagó con su vida.

Dos años antes, el 27 de enero de 1917, Tinoco, como ministro de Guerra, había derrocado a Alfredo González.

Era un lobo con piel de oveja. Comenzó muy popular, pero conforme pasaron los meses, y perdió simpatías, se destapó: prohibió reuniones y manifestaciones y la salida del país de los ciudadanos.

También ordenó arrestar a quien propalara noticias falsas, censuró la correspondencia para detectar a los opositores y limitó la libertad de expresión.

En mayo de 1919, se contabilizaban 250 presos políticos. La tortura, sobre todo, con golpes de una vara, era el método usado para que los presos delataran a otros “subversivos”. Una red de espías contribuía a la causa. Costa Rica era un Estado de terror.

La Primera Guerra Mundial había asfixiado las finanzas de un país que vivía de exportar banano y café. A ello se sumó que Tinoco no tenía idea de cómo lidiar con la crisis económica y que el presidente Woodrow Wilson, de EE. UU., se negó a reconocer la legitimidad de ese mandato… Con un Estado en la quiebra, el dictador se puso la soga al cuello: decidió cobrar un “tributo de guerra” al salario de los maestros.

La ira desató protestas de educadores y de estudiantes del Liceo de Costa Rica y del Colegio de Señoritas.

La Embajada de EE. UU. reportó 19 muertos en varias manifestaciones y solo en la del 13 de junio de 1919 la Policía mató a 7 personas. Tantos atropellos marcaron el principio del fin de la dictadura, el 12 de agosto de 1919, cuando Tinoco huyó hacia Europa. Se llevó una suma millonaria, $100.000 de la época, con la cual vivió en París hasta su muerte en 1931.

El recuento es necesario porque esa oscura página de la historia pasa inadvertida en este 2019, aunque es parecida a la que sufren hoy venezolanos y nicaragüenses, quienes cometieron el error de abrirle el poder a lobos con piel de oveja. En Costa Rica también los hay, vestidos de populismo y, por eso, nunca hay que pasar la página de Tinoco porque es una forma de evitar volver a ese pasado.

amayorga@nacion.com

Twitter: armandomayorga

Armando Mayorga es jefe de Redacción de La Nación.