La próxima semana el gobierno soplará las candelas de su primer año de gestión dejando una variopinta estela de buenas sensaciones y malos sabores de boca.
La aprobación de la reforma fiscal y la firmeza mostrada ante las presiones sindicales para defender privilegios salariales del sector público destacan entre sus logros.
También merecen aplauso los esfuerzos para desempolvar y acelerar una serie de obras de infraestructura vial que avanzaban a paso de tortuga.
Igualmente meritorios son los megaoperativos llevados a cabo por la Policía para atacar al hampa y los malabares hechos por Hacienda para reducir el gasto y el déficit fiscal.
Pero también queda la sensación de que el Poder Ejecutivo no ha podido trazar un derrotero convincente y palpable para conseguir la reactivación económica del país. Tampoco ha podido materializar sus planes para atraer inversiones que generen empleo y, de paso, contribuir a la lucha contra la pobreza.
La Administración Alvarado Quesada no ha sabido expresar una postura clara, congruente y uniforme con respecto a qué debe pasar con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Resulta evidente que, de cara al segundo año, usualmente considerado como uno de los más productivos en la gestión gubernamental, la Casa Presidencial debe ajustar sus planes.
Hay asuntos que, ineludiblemente, deberán ser abordados para enviar las señales que los costarricenses estamos esperando para soñar con un futuro mejor.
En primer lugar, hay que crear condiciones para evitar que el desempleo y la pobreza sigan creciendo. Al cerrar el 2018, había 294.000 personas sin trabajo y el 21 % de los hogares no podían cubrir sus necesidades básicas.
En sintonía con esa necesidad, es hora de actuar para que nuestra economía despierte del letargo y genere oportunidades de ingreso, inversión, desarrollo y progreso.
Por otra parte, se debe intensificar la guerra contra la delincuencia y la violencia doméstica para construir un clima social más optimista y tranquilo.
No debe perderse ni un minuto más en la ejecución de los proyectos viales diseñados para reducir el zozobra diaria en las presas.
Ojalá se produzca un avance significativo en el tren eléctrico metropolitano, el cobro digital en el servicio de autobús y el ordenamiento del transporte de personas.
El gobierno deberá realizar una recaudación eficiente de los nuevos impuestos y demostrar con hechos que serán usados para sanear las finanzas públicas.
Aquí se acaba mi lista de prioridades para el segundo año. Tal vez, la suya sea similar o muy diferente. En doce meses veremos cuánto hemos avanzado.
El autor es jefe de Información de La Nación.