Las grandes cooperativas están dando la guerra, dentro de la misma Asamblea Legislativa, al proyecto de ley que crea un impuesto a sus ganancias.
El lobby para torcer brazos a los diputados es fuertísimo porque se trata de un grupo poderoso que, pese a haber crecido económicamente gracias a las exoneraciones, rehúsa solidarizarse para paliar la crisis fiscal del país.
Los diputados deben ser consecuentes. Si la reforma fiscal obliga a empresas y trabajadores a tributar más de sus ganancias a partir de julio, las grandes cooperativas no pueden ser la excepción. Menos si, históricamente, sus ganancias han estado exentas de impuestos. Desde hace ocho décadas, cuando el Código de Trabajo les dio fortaleza legal, se les eximió de tributar sobre los excedentes para estimular su desarrollo. Pero ya es suficiente. Un incentivo no puede ser eterno porque crea dependencia y las grandes cooperativas, está clarísimo, ya se consolidaron y deben devolver al Estado, a los costarricenses, lo que generosamente se les ha regalado.
De hecho, el Proyecto de Ley de Impuesto sobre los Excedentes de las Asociaciones Cooperativas (21017), es más que condescendiente. De las 600 cooperativas que hay en el país, unas 24 son las que pagarían el tributo. El resto, seguiría como tal.
El plan, de apenas 10 artículos, es muy simple: las cooperativas cuyos excedentes netos sean menores a ¢250 millones quedan exentas. Excelente. Las que ganen de ¢250 millones a ¢750 millones aportarían un 10 % y las que devenguen más de ese monto, un 20 %. Es lo justo.
El Ministerio de Hacienda calcula que la contribución llegaría a los ¢6.000 millones anuales, algo mínimo en las necesidades del Estado, pero al fin un aporte a tanto beneficio que se les ha dado para llegar a ser tan poderosas.
Es más, la propuesta de ley les guarda mucha consideración. Las cooperativas seguirán exoneradas del pago de impuestos municipales, territoriales y de aduanas (incluidos vehículos).
Un sector que exporta más de ¢132.000 millones al año sin duda ya llegó a la cúspide, recibió el suficiente estímulo para desarrollarse y es momento de contribuir a la sociedad que le concedió ese beneficio por ocho décadas. Cooperativas “pobrecitas”, sí las hay, pero esas no las toca el plan de ley. Se toca a dos docenas que tienen el músculo para pagar como toda empresa grande.
Les llegó el momento y los diputados no deben permitir que les tuerzan el brazo.
Armando Mayorga es jefe de Redacción de La Nación.