Hay errores que tienen consecuencias durante décadas. La Asamblea Legislativa incurrió en uno mayúsculo hace 43 años, al aprobar la Ley Indígena (6172), donde se declara a las comunidades indígenas propietarias de múltiples territorios, denominados reservas.
Los diputados votaron con buena fe, pues el espíritu de esa ley, del 29 de noviembre de 1977, era que los «grupos étnicos descendientes de civilizaciones precolombinas» conservaran su propia identidad.
Sin embargo, cuatro décadas después, la legislación causa «guerras» por esas tierras entre nativos y «blancos» debido a que los diputados aprobaron la ley sin financiamiento.
Tal omisión dejó a los indígenas en un limbo, pues, aunque tienen derecho a ocuparlas, muchas siguen en manos de «blancos», porque los terrenos nunca fueron expropiados por el Estado, principalmente por falta de dinero para pagarles.
En pleno siglo XXI, 24 territorios son foco de confrontaciones con piedras, machetes, balas, quemas de ranchos y cosechas, e incluso de asesinatos como los de los indígenas Sergio Rojas Ortiz (bribri) y Yehry Helmut Rivera Rivera (Brörán) en los últimos dos años.
Los diputados de hoy deben mirar al pasado para medir las consecuencias de aprobar leyes sin financiamiento. Ese mal hábito va de salida, dichosamente, pero nunca falta un populista que intente hacer la jugada.
Solo entre 1991 y el 2014 más del 50 % de las leyes aprobadas no contaron con financiamiento definido para su implementación y entre el 2017 y el 2018 se votaron 60.
La crisis financiera que vivimos no debe ser motivo para olvidar el conflicto indígena. En ellos hay ira porque, como lo dijeron en el reportaje «Fallo de tribunal agrario frena plan de indígenas para rescatar sus tierras», el 11 de octubre, están siendo desalojados de sus propiedades.
No es su culpa. Tampoco de muchos de los «blancos» que son propietarios. El gran responsable es el Estado, que por negligencia de los legisladores de 1977, o por decretos posteriores, dejaron en el aire estas reservas.
Resulta imperativo enmendar este histórico yerro porque, cuantas más largas den el gobierno y los diputados, más muertes se sumarán a las de Sergio y Yehry.
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