Once años han pasado desde que la Sala Constitucional ordenó a la Asamblea Legislativa crear un régimen interno para sancionar a los diputados que incumplan sus deberes.
Sin embargo, por alguna oscura razón que no es difícil adivinar, la dichosa norma sigue esperando el momento en que algún valiente se decida a impulsarla.
Ese es el motivo por el cual pasan y pasan las generaciones de congresistas sin que sea posible castigar las faltas que algunos cometen al amparo de su inmunidad.
Lo curioso es que los diputados suelen ser muy expeditos, exigentes e implacables cuando se trata de pedir cuentas a funcionarios de los otros poderes de la República. Las comisiones investigadoras, las interpelaciones, las mociones de censura y los discursos desbocados sobran a la hora de enjuiciar a quienes no forman parte de la casta legislativa.
Pero, ¡oh cosa más curiosa!, todo cambia cuando se trata de un caso delicado que involucra a un compañero de fracción o a un vecino de curul. Un silencio cómplice recorre entonces los pasillos del Congreso y toma asiento en el plenario, donde hasta los más gallitos guardan las púas y las espuelas.
La Procuraduría de la Ética Pública acaba de pegarle un jalón de orejas al Parlamento por la falta de instrumentos para sancionar las faltas de los legisladores.
Así, lo hizo esta dependencia al llamar la atención sobre la inacción de los actuales congresistas con respecto al fabricista Jonathan Prendas.
La Procuraduría emitió un informe donde concluye que Prendas faltó al deber de probidad al viajar al congreso mundial de telefonía en el 2019, que se llevó a cabo en España, con los gastos pagados por un empresario.
No obstante, el documento señala que en otras ocasiones se ha advertido que la falta de una normativa no exime a la Asamblea Legislativa de investigar las denuncias contra los diputados.
Pese a este firme reclamo, el mutismo apareció en la nueva torre de Cuesta de Moras como si se tratara de una penitencia de Semana Santa.
Tal parece que esta será, sin duda, una de las grandes deudas éticas y morales que dejarán los actuales diputados y quién sabe si los próximos estarán dispuestos a saldarla.
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