Buenos días: Depredadores sexuales

Necesitamos cuidarnos realmente mucho más entre todos, en especial a los más vulnerables

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La dolorosa historia de la joven Allison Bonilla confirma que los esfuerzos para erradicar la violencia contra la mujer son bien intencionados, pero insuficientes.

En el bus, en la acera, en la oficina, en el aula, en el bar, en la tienda, en el gimnasio, en el supermercado, en la computadora... en la casa. Los agresores siguen al acecho.

Muy frescos están los casos de la ciclista toqueteada por un energúmeno en San Ramón o el del fotógrafo de Cartago que utilizaba niñas menores de 10 años para producir pornografía.

También siguen impregnados en la memoria colectiva los brutales asesinatos de la anestesista María Luisa Cedeño, en un hotel en Quepos, y de Luany Valeria Salazar, en La Unión.

Además, recordamos la reciente aparición de los cuerpos de Fernanda Melissa Sánchez y de su hija, de 12 años, en un barranco en León Cortés.

En total, nueve feminicidios han teñido de luto este 2020, pero la cifra está lejos de reflejar todo el maltrato físico, sexual y psicológico que sufren las mujeres a diario.

Temo que muchas jovencitas y adultas en nuestro país han sido víctimas, en algún momento de su vida, de un comentario enfermizo o de un manoseo indecoroso.

Las leyes aprobadas para castigar a los homicidas, los abusadores sexuales o los acosadores callejeros no parecen contener el instinto libidinoso de estos depredadores.

Sin duda, la legislación representa una enorme conquista en la lucha contra estas malditas enfermedades sociales, pero la impunidad sigue siendo muy alta.

Algunos abogan por intensificar esfuerzos en el hogar y las aulas para promover el respeto y la tolerancia. Todo eso está muy bien, pero tomará tiempo ver los frutos.

Por ello, considero que los ciudadanos debemos adoptar un sistema de alerta temprana que permita identificar los síntomas de la violencia antes de que esta se consuma.

Se requiere una actitud más vigilante y solidaria para detectar conductas indebidas en nuestro entorno inmediato. Se requiere mayor valentía para denunciar potenciales amenazas y ofrecer ayuda.

En resumen, necesitamos cuidarnos realmente mucho más entre todos, en especial a los más vulnerables, para evitar que la violencia siga cobrando vidas y apagando sonrisas.

rmatute@nacion.com