Una gota fría surca, en penoso descenso, la frente de muchos costarricenses cuando se acerca la hora de pagarle al banco o al prestamista.
La angustia de no tener suficiente dinero para amortizar deudas abre un boquete en el estómago que, por alguna extraña conexión, hace brotar otra cana.
Este es el drama de los hogares golpeados por el consumismo, el desempleo, el estancamiento de los salarios y los imprevistos de la vida.
La Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) reveló que, en los últimos diez años, el endeudamiento de las familias creció más rápido que sus ingresos.
De hecho, en junio del 2018, el ingreso promedio de los hogares era de ¢1 millón, mientras que sus deudas promedio ascendían a ¢8,5 millones, o sea, 8,4 veces mayores.
Lo anterior causa que muchos núcleos familiares deban destinar el 30 % o más de sus entradas para pagar las cuentas.
Una gran mayoría de las obligaciones obedecen a préstamos de consumo solicitados para adquirir desde un celular hasta para comprar el diario o pagar otras deudas.
Y, por supuesto, la tarjeta de crédito se convierte en la gran salvadora provisional. En octubre del 2018, los tarjetahabientes tenían un saldo acumulado prestado de ¢1,4 billones.
Pero el problema más serio surge cuando los deudores deben desatender necesidades básicas para cubrir una cuota bancaria o, mucho peor, cumplirle al usurero.
Debido a este oscuro escenario, el gobierno anunció la semana pasada el envío de un proyecto para crear un crédito de salvamento para personas sobreendeudadas.
Dicha iniciativa pretende otorgar préstamos a una tasa de interés blanda del 12 % y plazos de hasta 20 años a empleados públicos o privados que tengan comprometido más del 40 % del salario.
El plan, posiblemente, no sea perfecto, pero ofrece la excusa perfecta para que el Poder Ejecutivo, el Congreso y el sector financiero discutan salidas al exorbitante endeudamiento.
Algunas aves agoreras ya comienzan a torpedear el proyecto sin siquiera conocerlo a fondo; otros sectores se muestran cautos, pero receptivos.
Ojalá, al final de la discusión, se imponga el interés nacional y la búsqueda de soluciones realistas para tanta gente que está sumida hoy en un laberinto sin salida.
Twitter: @RonaldMatute
El autor es jefe de Información de La Nación.