Bien vacunados

La manía de opinar sin freno tiene consecuencias más delicadas en el ámbito sanitario que en el futbolístico

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En Costa Rica todos somos directores técnicos, capaces de aconsejar al más versado sobre el camino al campeonato mundial. A juzgar por el desempeño de la Selección Nacional, la lluvia de opiniones podría no ser tan mala, aunque la ignorancia colectiva nunca sustituya a la sabiduría individual. Pero, bueno, la situación es desesperada.

Trasladada al tema de la vacunación, la manía de opinar sin freno tiene consecuencias más delicadas. La pregunta común, siempre formulada en tono de aguda crítica, es por qué no importamos otras vacunas, además de las de Pfizer, AstraZeneca y, ahora, Johnson & Johnson. Es una interrogante dictada, en apariencia, por la más elemental lógica. Los lotes semanales de las vacunas contratadas no satisfacen el deseo de librarnos cuanto antes de la covid-19. Más vacunas, como la china aplicada masivamente en Chile, Uruguay y El Salvador, acelerarían el proceso.

El razonamiento no toma en cuenta las diferencias entre vacunas ni el desempeño de cada fármaco en los países donde fue aplicado. Las campañas de vacunación de Chile y Uruguay están a la cabeza del continente, pero ambos sufren graves embates del virus. Por lo menos parte de la explicación reside en la eficacia de las vacunas utilizadas.

La de Sinovac, autorizada por la Organización Mundial de la Salud, apenas superó en un punto el mínimo del 50 % y quedó muy por debajo del 60 % exigido por el Ministerio de Salud nacional. Costa Rica, en cambio, inocula con dos de las mejores y, hasta ahora, las únicas disponibles, en esa categoría, para adquisición por países como el nuestro.

El ritmo de vacunación, sumado a la eficacia de las dosis aplicadas, podría conducir a la inmunidad de rebaño en diciembre y a una situación muy favorable a partir de agosto. El empleo de fármacos menos eficaces, por otra parte, podría crear un flanco débil y mucha confusión. Chile ya está comprando terceras dosis —incluidas vacunas de Pfizer— para proveer un refuerzo a su población.

Las vacunas chinas son seguras y, dependiendo de las condiciones, pueden representar un aporte significativo a la lucha contra la covid-19. Países con bajísimos porcentajes de vacunación, altas tasas de transmisión del virus y poca capacidad hospitalaria pueden sacar ventaja a la protección ofrecida por Sinovac. Costa Rica está en otra circunstancia. Eso explica la reticencia a importar fármacos menos eficaces y la reciente decisión de descartar, por lo pronto, la importación de Sinovac.

agonzalez@nacion.com