Columnistas

¡Ay de los vencedores!

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“La historia la escriben los vencedores”, reza el manido lugar común. Eso pudo haber sido cierto en el pasado, cuando algunas veces el vencedor lograba aniquilar a la totalidad de los vencidos y a todos los testigos de su victoria (y, junto a estos, hasta los documentos que en el futuro pudieran develar la verdad de lo acontecido), o los efectos de la victoria se prolongaban durante tanto tiempo como para que cierto día los descendientes de los vencidos amanecieran creyéndose nietos de los vencedores, o la gloria de haber vencido resultaba ridícula gracias a lo nimio del botín obtenido o del territorio conquistado, en cuyo caso las versiones contadas por el vencedor y el vencido resultaban idénticas. Pero todo parece indicar que en nuestro tiempo el ritmo de los acontecimientos y la abundancia documental hacen que cualquiera de esas circunstancias sea sumamente improbable, con la consecuencia de que los vencedores de hoy se tienen que conformar con practicar un simple juego de propaganda en el que ningún ser humano inteligente esperaría hallar un asomo de verdad.








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