En marzo de 1964, el New York Times informó que 38 testigos vieron u oyeron un ataque brutal, interminable y finalmente fatal contra una mujer llamada Kitty Genovese, y que nadie hizo nada para ayudarla, ni siquiera llamar a la policía. Luego se demostró que el informe era erróneo, pero el “efecto espectador” es real. Como han demostrado muchos experimentos psicológicos, es menos probable que un individuo salga en ayuda de otro si ve que otra gente que podría ayudar no lo hace.
El mes pasado, a mitad del día en una calle muy transitada de la ciudad italiana de Civitanova Marche, Alika Ogochukwu, un vendedor callejero nigeriano, fue atacado y asesinado por un hombre con sus propias manos.
Si bien se llamó a la policía, y alguien filmó el ataque, nadie intervino. En medio de la indignación general, un editorial en el diario italiano La Stampa tomó esto como una señal de que estamos en “el ocaso de la civilización”.
Si usted hubiera estado allí, ¿habría ayudado a Ogochukwu? Considere, antes de responder, que intervenir habría implicado cierto riesgo personal. El atacante no estaba usando un arma, pero ¿cómo podría usted saber si no tenía una? E incluso sin un arma, evidentemente estaba enfurecido y era fuerte.
Más allá de lo que usted piense que habría hecho de haber estado presente, en este momento está en juego un efecto espectador mucho mayor. En este caso, usted puede asistir salvando las vidas de otros, sin ningún peligro personal. Es más, algunos de aquellos a quienes usted tal vez pueda salvar son nigerianos, lo que permite pensar en la asistencia como un símbolo de su indignación por la falta de ayuda a Ogochukwu.
Un informe emitido recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Programa Mundial de Alimentos advierte de que entre ahora y setiembre el hambre podría afectar a 49 millones de personas en 46 países.
Los países más en riesgo son Afganistán, Etiopía, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen. La guerra civil es un factor de riesgo considerable para el hambre en estos países, pero el informe también menciona las condiciones climáticas extremas, como tormentas, inundaciones y sequías, y los crecientes precios de los alimentos y la energía, resultado de la guerra en Ucrania.
Sin embargo, una tendencia perturbadora se ha vuelto evidente: los gobiernos de los países ricos están otorgando menos ayuda extranjera. El ejemplo más sorprendente es el Reino Unido, un país que gradualmente, mediante un acuerdo bipartidario, avanzó para alcanzar el objetivo de ayuda externa de las Naciones Unidas del 0,7% de la renta nacional bruta (RNB).
El objetivo se alcanzó en el 2013 y volvió a cumplirse cada año hasta el 2020. En 2021, sin embargo, el presupuesto de ayuda externa del Reino Unido se achicó al 0,5% de la RNB, y muy probablemente se mantenga igual en el 2022.
Como señaló en una entrevista reciente Mark Lowcock, ex secretario permanente del Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido, su país, que solía ser un líder mundial en hacer de la pobreza extrema la máxima prioridad de su programa de ayuda, en este momento pone menos énfasis en ayudar a los países más pobres y más débiles.
La ayuda para países como Yemen, Sudán del Sur y Somalia ha sido recortada, lo que hizo aumentar la pérdida de vidas por desastres humanitarios. Por el contrario, dice Lowcock, la ayuda va a parar a países de ingresos medios, donde su impacto en la vida de la gente no es tan grande como cuando está destinada a quienes viven por debajo de la línea de pobreza extrema del Banco Mundial, de 1,90 dólares diarios.
Hay dos grandes maneras en las que se puede dejar de ser un espectador de las muertes evitables de millones de personas en los próximos meses.
Primero, según las cifras preliminares de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el 2021, solo Luxemburgo, Noruega, Suecia, Alemania y Dinamarca han alcanzado o excedido la meta del 0,7% de la RNB para ayuda externa.
Estados Unidos todavía está rezagado cerca de la parte inferior de la tabla de los países donantes: dona apenas el 0,18% de su RNB, mientras que Australia, con el 0,22%, no está mucho mejor.
Si usted vive en un país rico que no cumple con la meta del 0,7%, póngase en contacto con sus representantes elegidos popularmente y dígales que le avergüenza que su país no haga lo que le corresponde para crear un mundo en el que todos puedan cubrir sus necesidades básicas. Júntese con otros y cree un movimiento para más y mejor ayuda externa.
Segundo, después de haber hecho eso, no se siente simplemente a esperar que su gobierno haga lo correcto. Hágalo usted mismo. Si tiene suficiente dinero como para ir a un café y pedir allí una taza de café, probablemente esté gastando más haciendo eso de lo que una de cada diez personas en este planeta tiene para vivir un día entero.
Si no sabe cómo conseguir el mejor valor para lo que usted puede dar, hay ayuda disponible online. Visite www.thelifeyoucansave.org o www.givewell.org, y elija una de las organizaciones benéficas allí. Todas han sido catalogadas de manera independiente como entidades sumamente eficaces que ofrecen un excelente valor por el dinero. Luego, ya nunca más será un espectador, y Ogochukwu no habrá muerto en vano.
Peter Singer, profesor de Bioética en la Universidad de Princeton, es fundador de la entidad de beneficencia The Life You Can Save.
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