El país ha sido golpeado en 11 meses por un huracán (Otto) y la tormenta tropical Nate. Ambos han dejado un doloroso saldo de pérdidas humanas, destrucción de hogares y un profundo recordatorio de nuestra vulnerabilidad.
Es muestra de una nueva realidad, en la que, pese a las predicciones meteorológicas, se trata de proyecciones, lo que conlleva a que la trayectoria final y nivel de impacto pueden variar vertiginosamente. De ahí surge la necesidad impostergable de prevenir y prepararnos, como dice la expresión popular: “prepararnos para lo peor y esperar lo mejor”.
Con Otto, lo hicimos y nos preparamos. A pesar de ello no se puede demeritar lo difícil de su paso por la zona norte y sus duros efectos aún para tantas familias. Pero lo cierto es que con Nate no estábamos preparados para lo que venía.
Los datos oficiales revelan un impacto desgarrador, por el nivel de muertes, número de cantones afectados (76) y número de personas albergadas (más de 13.000).
Recordemos, además, que los fenómenos climáticos tienen un alto contenido social, pues afectan con mayor fuerza a los más vulnerables, entre ellos las jefas de hogar, los adultos mayores y las personas con alguna discapacidad, quienes demandan necesidades especiales.
En un país de graves rezagos en infraestructura vial y social (ej. escuelas y colegios) ambos fenómenos nos pasan una fuerte factura de reconstrucción con 499 daños en 117 rutas, 42 puentes afectados, numerables alcantarillas dañadas, entre otros.
La pérdida de miles de hectáreas de cultivos y la imposibilidad de salida a los mercados incidirá en pérdidas de empleos y en que los niveles de pobreza desdichadamente crecerán.
Mi reconocimiento a quienes heroicamente han expuesto sus vidas y han trabajado agotadoras jornadas, a la Cruz Roja, a las brigadas de la Comisión de Emergencias, a los cuerpos policiales y a los miles de voluntarios. Un llamado a no desfinanciar el 911, línea de vida en circunstancias como las vividas.
Frente a esta realidad, debemos ayudar y ser solidarios. Además, aprovechar para tomar medidas ambientales frente al cambio climático y planificar acciones y protocolos en el campo preventivo, dado que, lamentablemente, esta no será nuestra última emergencia.