El título no va por Julio César, sino por Juan Apata, el ciudadano cuya suerte quedará echada cuando, después de que el TSE convocó oficialmente a elecciones para el próximo febrero, se cierren con candado ciego las listas de candidatos que los conciliábulos de los partidos le pondrán enfrente para que elija sus futuros legisladores. A este punto se llegará prácticamente sin que Juan haya podido opinar y, a diferencia de César, quien conocía las cualidades de sus legiones y de las que podrían intentar detenerlo antes de que llegara a Roma, Apata parte rumbo a la escabechina cívica como soldado raso y sin saber siquiera cómo tirar piedras con la honda.
Como corresponde, el TSE seguirá inyectándole a Juan Apata dosis masivas de cafeína patriótica, en la forma de recordatorios radiofónicos sobre la importancia y el deber de participar en la escogencia de los actores que protagonizarán la nueva puesta en escena. Y no pedimos perdón por ponerlo de este modo, pues no se trata de una metáfora aventurada: en un extraordinario texto sobre Esquilo, Ismaíl Kadaré relata que en Atenas, cuando se iba a estrenar una obra del padre de la tragedia, todos los ciudadanos, desde los zapateros hasta los magistrados, tenían derecho a opinar sobre quiénes deberían ser los actores y los ingenieros de la presentación teatral, siempre y cuando los escogieran entre los artistas profesionales, gremio —hay que agregar— tan cerrado como nuestros partidos políticos.
No nos prestemos a engaño. Una consecuencia del carácter meramente escénico de la campaña que comienza se encuentra en el hecho de que, en gran parte, los actores designados para disputarse el favor de miles como Juan Apata serán los mismos que, de tanto repetirse, tienen agobiados a los espectadores. Y hablando ahora con un pie en la comedia, es evidente el juego de ciertos dirigentes de los partidos tradicionales, de colocar algunas de sus fichas en las papeletas parlamentarias de partidos turecas nuevos y no tan nuevos. De manera que, esta vez no cabe la menor duda, no importa cómo baraje las listas Juan Apata, después de votar le repetirán la misma tragicomedia de las temporadas anteriores. Y ha de saber Juan que, de lograr que lo admitan como espectador, probablemente será ubicado en una de las bancas más incómodas de la galería.