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Juan Fernando Cordero
Un círculo virtuoso --y esta es una definición muy personal-- es la conjunción de una serie de factores que concatenados correcta y eficientemente conducen por lo general a resultados de excelencia. Contra viento y marea muchas veces.
José Luis Molina derrochó hace pocos días coraje por las calurosas calles de Atenas en procura de su objetivo durante el Campeonato Mundial de Atletismo: colocarse entre los 20 primeros en el maratón. Y lo logró, con su puesto número 18 y el crédito de haber sido el segundo mejor latinoamericano de la prueba. Solitario luchador, Molina es un círculo virtuoso, pese a la desidia gubernamental hacia ese deporte.
Ernesto Lobito Fonseca ganó la semana pasada dos títulos en el Campeonato Nacional de Estados Unidos de motocross y se convirtió en el primer tico y centroamericano y segundo latinoamericano, que gana un ascenso a la serie Pro Am. Un joven talento que surge a fuerza de voluntad y dedicación, con una estructura de respaldo que sabe lo que hace. Otro círculo virtuoso.
Claudia Poll. Ya no alcanzan las palabras para describir sus hazañas. Un trabajo ordenado, tesonero, disciplinado, con metas claras y ambiciosas --en el mejor sentido del término--, sin aspavientos ni excesos, tanto de la nadadora como de su principal artífice, Francisco Rivas, ha puesto el nombre de Costa Rica en el podio de los grandes de la natación mundial. Claudia y Francisco, un excelso círculo virtuoso.
Entretanto, en la pobreza de organización y dirección en que se desenvuelve desde hace muchos años, el futbol nacional sigue dando tumbos, mientras la paciente --masoquista debería decirse ya-- afición continúa yendo al estadio, la dirigencia se mantiene inamovible pese a su incapacidad y nadie pone las cosas en su lugar.
Un enfermizo círculo vicioso, definitivamente.