Cartas a la columna: Promesa incumplida

Ministra de Educación ofreció propuesta

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La ministra de Educación queda en deuda cuando le toca asumir el liderazgo en su campo. Meses atrás, en una conferencia de prensa, se comprometió con el país a presentar una propuesta para enfrentar la pandemia, con la participación de 20 funcionarios del más alto nivel.

He estado esperando esa propuesta y no aparece por ningún lado. Sigue dando palos de ciego cuando gira instrucciones y confunde a la comunidad educativa. ¿Serán muchos funcionarios del más alto nivel como para no poder ponerse de acuerdo y tomar las decisiones?

Henry Fallas Sojo, San José

Ejemplo legislativo

El país nunca saldrá del estancamiento y la pobreza porque los políticos solo jalan agua para sus molinos. Los diputados no quieren aprobar el presupuesto extraordinario porque exigen una reducción de gastos estatales.

Los gastos se disparan por la gran cantidad de instituciones sin sentido que la propia Asamblea Legislativa creó a lo largo de muchos años. Es más, en estos momentos hay un proyecto para crear otro elefante blanco.

Los legisladores deben ser congruentes. Si quieren reducir los gastos, empiecen dando el ejemplo.

Henry Martinez Gallo, Guanacaste

Individualismo

¿Cuál debe ser el pensamiento que determine la organización de una sociedad? Para algunos, el individualismo, filosofía basada en la acción humana individual, competitiva y egoísta.

Según esta, cada uno trabaja para sí mismo y construye una sociedad más próspera. Para otros, el pensamiento dominante debe ser el altruista, construir instituciones solidarias en la sociedad mediante las cuales los fuertes protegen a los débiles.

Un seguro o sistema de ahorro para la jubilación tiene una base individualista. Un sistema de seguros sociales es, por el contrario, solidario. Su pensión no estará determinada por su propio ahorro, sino por la fuerza de la aportación de todos los miembros, de tal manera que si usted vive muchos años continuará recibiendo su pensión hasta la muerte.

El liberalismo propicia instituciones individualistas y, por lo tanto, propugna destruir las instituciones basadas en los principios de la solidaridad.

Jorge H. Jiménez Bustamante, Curridabat

Médico excepcional

Hace muchos años leí un artículo sobre una madre que decidió salvar la vida de su hijo aún no nacido sacrificando la suya. La narración destilaba ternura, amor, comprensión, solidaridad y extrema sensibilidad. El autor fue el médico Francisco Fuster Alfaro. No lo conocía, pero su nombre quedó registrado en mi memoria. Luego, lo vi en algunos programas de televisión.

Un día fui a su consultorio, le comenté que había leído su artículo y que además consideraba que él era el ginecólogo “de moda”, a lo cual, jocosamente, contestó: “No me digás eso, porque las modas pasan muy rápido”. Desde entonces, el Dr. Fuster fue mi ginecólogo, como lo era de muchísimas costarricenses, y estuvo en boga hasta que acudió al temprano llamado del Creador.

Cuando falleció, el 18 de julio del 2018, yo estaba fuera de San José, y en mi retiro lloré, lloré por el hombre bueno, amable, comprensivo y dicharachero; el que explicaba las cosas más duras de la manera más tierna y empática, y lloré por el profesional distinguido cuya sola presencia era salutífera y cuya ausencia nos dejó “huérfanas” a muchas mujeres.

En momentos en que el dinero es el elemento básico para muchos profesionales, guardo del Dr. Fuster un recuerdo imborrable: yo pertenecía a un grupo de mujeres profesionales y celebrábamos reuniones sin fines de lucro para aprender sobre diferentes temáticas. Un día decidimos hablar de salud femenina.

Llamé a un ginecólogo que participaba en algunos programas de televisión, le solicité la colaboración y me contestó que por tratarse de profesionales él consideraba que debíamos recoger alguna suma para pagarle. Le di las gracias y el adiós.

No es que no hubiera pensado en el Dr. Fuster, pero sabía lo ocupado que estaba. Aun así lo llamé, le consulté si nos daba la charla y tímidamente le pregunté cuánto nos cobraría. La respuesta aún resuena en mis oídos: “Mirá, si por una charla que yo imparta una mujer se salva del cáncer, esa es mi mejor paga, no tienen que pagarme para ayudarles”.

Creo que esa historia demuestra meridianamente qué clase de persona y de profesional era él. Habiendo nacido en Cuba, le brindó a Costa Rica todo su amor, sapiencia y humanidad, y salvó la vida de muchas mujeres costarricenses.

Victoria Badilla Villanueva, San José