Llama la atención el crecimiento y difusión que han tenido las torres habitacionales en San José, como parte del plan de repoblamiento de la ciudad, pero, más allá de eso, el buen negocio económico.
Me queda la duda de dónde sale el agua potable para abastecerlas, pues se alega escasez en el área metropolitana y mala distribución, mas no para estas estructuras.
¿Tienen pozos propios o simplemente les quitan el agua a otras barriadas de San José para tal fin? ¿Por qué para ellos sí hay agua potable? Crecimiento, pero con orden. Derecho, pero sin violar el de los demás.
Luis Salazar Alvarado, Turrialba
Robo de cable
En el periódico de ayer, en primera plana, se informó de que el robo de 510 metros de cable afecta a 36.000 clientes, quienes ya no reciben los servicios de Internet y telefonía. El hurto ocurre porque existen los topadores.
Si el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) tuviera voluntad, habría terminado con el robo, ya que en el país no hay cobre.
La forma de acabar con el robo es ofreciendo dos o cinco millones al que denuncie, con pruebas, a los topadores, que deben ser varios.
Tengo 81 años y mi madre, 102, cinco meses atrás quedamos sin teléfono fijo. El ICE colocó una torre aquí, en Santa Ana de Nicoya, pero de adorno, porque no funciona, y para hacer una llamada me veo obligado a manejar 13 kilómetros.
Carlos Esquivel Esquivel, Santa Ana de Nicoya
La familia primero
Cientos o miles de costarricenses, por efecto de la pandemia, enfrentaron el pago de préstamos personales o empresariales concedidos a las micro, pequeñas y medianas empresas.
No les ofrecieron el perdón, como mínimo durante un año, tiempo para ajustarse a la oferta y la demanda alteradas por las medidas para contener la propagación de la covid-19.
Como el período de gracia no fue otorgado, familias enteras sufren por la pérdida de su sustento y bienes. Está bien inaugurar carreteras, rotondas, puentes y colegios todos los días; sin embargo, si no atendemos a la familia, primera empresa en una sociedad, precarizaremos la segunda y retrocederemos treinta o cuarenta años en el progreso de la clase media.
No todo es acumular y acumular para dar informes positivos de superávits millonarios.
Mario Valverde Montoya, San Rafael Montes de Oca
Cambio de tarjetas
Sin aviso, el BAC canceló las tarjetas de crédito para cambiarlas por otras. En un comercio retuvieron la mía.
La reposición es un viacrucis en el que vamos por la sétima estación entre llamadas, reclamos, entregas fallidas y promesas incumplidas.
Carecen de una forma eficiente para, como cliente, poder realizar un trámite tan sencillo como un cambio por vencimiento. Cada vez que telefoneo, debo explicar el problema desde el principio, lo que representa una agonía de por lo menos 20 minutos.
Continúo a la espera de la redención, cuando alguien se interese y haga el trabajo.
Luis A. Ramírez Jiménez, San José
André Garnier
La renuncia de André Garnier se veía venir porque algunos cuestionamos la violación de la restricción sanitaria durante un viaje en helicóptero a un hotel en Guanacaste, junto con el presidente, Carlos Alvarado, y la compra de víveres, por unos ¢600 millones, debido a la forma como habría sido adjudicada.
La estadía de Garnier en el gobierno produjo más perjuicios que beneficios. Su renuncia es un gran favor al país.
Fernando Cordero Alvarado, San José
Cobro de ¢93.420 más
Pagué una factura por ¢10.380 con la tarjeta de débito del Banco Nacional en una farmacia, pero me rebajaron ¢103.800, esto es, ¢93.420 más de lo que el datáfono me cobró en su momento.
De acuerdo con el Banco, no aparece el monto de la compra original y deberé dirigirme al comercio y pedirle la devolución de lo que el BN tiene retenido.
Es absurda e ineficiente la solución, soslayar la responsabilidad con el cliente y enviarlo a reclamar sin ningún respaldo bancario. Es la clase de acompañamiento que no necesito en estos momentos.
Es increíble que al disponer de datáfonos contactless, en los cuales el control y la seguridad están del lado del cliente bancario —en teoría—, sigan trasladando sus errores al comercio.
Mónica Trejos Beirute, Cartago