A los 8 años, Andrés, el hijo de Gabriela Robles, vecina de Frailes de Desamparados, preguntaba insistentemente si los hoyos negros podrían destruir la tierra.
Tres madres de familia cuentan la historia de éxito de sus hijos superdotados intelectualmente. Daniel Herrera Castro, Ana Lucía Camacho Campos y Tomás Calderón Gómez, están viviendo sus sueños a pesar de las limitaciones que, por su potencial, les quisieron poner en escuelas y colegios del país.
La imagen permanece en la memoria de Mónica Segovia: su hijo, arrinconado en una esquina por orden de la maestra, y la docente dándole la espalda mientras continuaba la clase con los otros estudiantes.
El riesgo de desperdiciar el potencial de los estudiantes superdotados sigue siendo alto en las aulas de instituciones públicas y privadas, a pesar de que hay una ley y un reglamento que busca llenarles sus necesidades educativas.
La pregunta se la hizo José Pablo Román cuando apenas frisaba los dos años a María Perone, una noche de tantas que salieron a disfrutar la luz de la luna, en Los Ángeles de San Rafael de Heredia, donde viven.
En países europeos y en algunos de América, los estudiantes con alta dotación intelectual --o superdotados-- tienen la oportunidad de acelerar su avance en el sistema educativo.