Al igual que otras solemnidades de carácter religioso como la Semana Santa o la Navidad, las celebraciones de Corpus Christi tuvieron una ferviente convocatoria dentro de la sociedad costarricense en el siglo de la independencia.
Selecto consumo. A finales del siglo XIX, un sector dominante relacionado con la esfera estatal y el comercio exterior asimiló nuevos patrones de consumo predominantes en Europa, entre los que se destacó el gusto por ciertos licores de moda en ese momento.
Fines del siglo XIX. La presencia de vacas deambulando por las polvorientas calles, así como su hurto de potreros josefinos, era estampas usuales en la capital de entonces.
Quien fuera sobrino y protegido de Juan Rafael Mora Porras se destacó como hombre de letras en el siglo XIX, evocando con frecuencia en sus crónicas, episodios relacionados con su célebre pariente.
La correspondencia desde y hacia la capital costarricense se desplazaba entre senderos, rutas fluviales y líneas férreas, en procura de reducir el tiempo requerido para acceder a los ricos mercados de la costa este de Estados Unidos y al occidente europeo.
El arribo de la modernización a la Costa Rica de fines del siglo XIX, trajo consigo la proliferación de prácticas fraudulentas en temas comerciales.
Con el arribo del siglo liberal hubo un renovado interés en las conmemoraciones decembrinas. En la prensa de la época, los comercios empezaron a promocionar los nacimientos, en especial unos creados en Guatemala.
A finales del siglo XIX se hace evidente la irrupción de una variada y elaborada oferta culinaria en la capital costarricense, lo cual parece mostrar atisbos asociados con la modernidad.
Usar ropa nueva, consumir bacalao y encontrar los comercios cerrados eran comunes en las actividades de la denominada Semana Mayor de entonces.
Visitar las playas de Puntarenas y Limón en la época veraniega se convirtió en uno de los atractivos principales de la población costarricense establecida en el centro de Costa Rica.