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Una noche de setiembre del 2008 tantas, en el estadio Ricardo Saprissa, <a href="https://www.larepublica.net/app/cms/www/print_friendly.php?viewmode=print&amp;codigo_locale=es-CR&amp;pk_articulo=16365" target="_blank">Giancarlo González</a> la pasó francamente mal. Irse de cambio con poco más de media de hora de juego en un clásico, para que su salida tapara el hueco que significaba su presencia, fue un golpe en mala parte.