En lugar de esperar a la muerte postrado, con la vida conectada a una manguera, sin el recuerdo de aquellas cosas por las que amó su existencia, Juan Ulloa regresó a su viejo amor, se abrazó con su pasión, transpiró la camisa de sus mejores tiempos y tuvo entre sus manos a la entrañable y redonda amiga con las que hizo el viaje feliz por este mundo.