16/12/2012. Lotera Navidea jugada en la explanada del Museo de Arte Costarricense en La Sabana, Manuel Escorce e Isabel Vado viven en New York y el viaje coincidi con el gordo y lo fueron a ver. Foto Abelardo Fonseca (Abelardo Fonseca)
Sus 42 años de vivir fuera del país no la hacen perder sus raíces: Isabel Vado es fiel jugadora del gordo navideño... y de todos los demás sorteos extraordinarios de la Junta de Protección Social (JPS).
Desde Nueva York, Estados Unidos, cada año manda dinero a su familia para “jugar a distancia”, como lo llama; pero no ahora. Su visita a Costa Rica coincidió con el sorteo del gordo, por lo que ella misma fue a comprar casi 120 fracciones, en cuyos números apostaba hasta anoche su suerte.
Bien abrigada y con un café con leche en la mano, desde las 4 p. m. se sentó en uno de los muros laterales de la explanada del Museo de Arte Costarricense para presenciar, por primera vez en su vida, la extracción del número ganador.
Vado llegó acompañada por su esposo, Manuel Escorce, colombiano que ve un especial atractivo en la lotería tica. “Yo no juego en Nueva York, juego aquí (en Costa Rica); pero, si la ponen electrónica, no juego más”, dijo Escorce.
Según Isabel Vado, los neoyorquinos no confían en el sistema de lotería digital. “No es lo mismo que uno vaya y vea las bolitas, a que tengan una cosa electrónica ahí, que uno nunca sabe”, expresa.
La emoción que le generan los sorteos de la lotería nacional han llevado a esta costarricense a considerarse toda una “viciosa” del azar. Ella confiesa que la suerte le ha pasado de cerca, mas nunca la ha topado de frente.
Años atrás, cuando por primera vez se rifaron los ¢10 millones, compró el 74 con la serie 346. Ese mismo número fue el bendecido con el premio mayor; eso sí, con la serie 347, recordó.
Ventas frías. A tres horas para el sorteo del gordo navideño y con las puertas de la JPS ya cerradas, algunos vendedores aún intentaban colocar las últimas fracciones.
La queja en las afueras de la Junta era siempre la misma: las ventas estuvieron bajas.
Allí se congregaron peatones y conductores, quienes a último momento llegaron a buscar números específicos o tan solo alguno que llamase la atención. Era ahora o nunca pues el inicio del sorteo estaba ya en cuenta regresiva.
“Este año, vender enteros ha sido casi como pegar el mayor pues la gente solo lleva pedacitos”, comentó Ramón Durán, quien tuvo que devolver cerca de 33 enteros.
Al anochecer, desde el puesto de la JPS en la explanada del Museo de Arte, Óscar Umaña ofrecía a todo el que pasara los pedacitos que le quedaron pues, según decía, este año vendería el mayor.
“La venta estuvo mala, y aún más para ser el lugar del sorteo. No hubo gran entusiasmo”, aseguró.
Gerardo Hernández corrió con mejor suerte que sus colegas. Él vendió todas las fracciones que tenía en el mercado de Cenada y en la feria del agricultor de Heredia. “Estuvo buenísimo. Hoy (domingo) me fui a las 6 de la mañana con un poco y a las 7 venía para la casa con más de ¢180.000 de venta”, dijo.