“Estuve al borde de la muerte tres veces, estuve expuesto a un derrame pulmonar hace como dos o tres años y hasta un paro respiratorio me dio”.
Julio César Córdoba Brenes, joven cartaginés que ha logrado sobrellevar los sobresaltos de un trasplante de hígado, no duda en atribuir su vida a un milagro.
Por ello, este jueves volverá a viajar a San José con sus hermanas para emprender desde allí una caminata cargada de fe y agradecimiento hasta la basílica de los Ángeles.
“Eso me lo inculcaron desde pequeño y eso no lo hago como una costumbre, sino de corazón (...). No sé cómo Dios y la virgen me han salvado tantas veces”, asegura.
Encomendado a la virgen
Córdoba Brenes fue intervenido cuando tenía solo 2 años. Ingresó al quirófano el 1.° de agosto del 2002, a las 8 a. m., y salió al día siguiente, a las 2 p. m.
El muchacho, hoy de 19 años, comenta que sus padres, fieles devotos a la virgen de los Ángeles, encomendaron su complicada cirugía a la Negrita.
La llegada al mundo de Julio César había sido muy esperada por su familia, ya que iba a ser el primer varón de un matrimonio que ya tenía cuatro hijas.
Sin embargo, dos semanas después de nacido el pequeño comenzó a mostrar ciertos signos de alarma: sus heces eran de color blanco, tenía los ojos amarillos y frecuentes dolores de cabeza.
Luego de una serie de exámenes en el Hospital Nacional de Niños, se determinó que tenía una enfermedad llamada atresia de vías biliares que comprometía su hígado.
El único camino que quedaba para salvarle la vida era un trasplante. Sin embargo, había que encontrar un donador idóneo.
"Mi papá se ofreció pero no pudo por su edad y mi mamá también se ofreció, pero como ella era gordita, el hígado tenía exceso de grasa. Entonces tampoco me sirvió.
"Fue ahí donde llegó mi hermana (Andrea, en aquel momento con 19 años). Se hizo los exámenes y todo salió perfecto y fue quién me donó el hígado”, recuerda el joven mientras muestra un ejemplar de La Nación de aquella época en el que se dan detalles de su exitoso trasplante.
Lenta recuperación
Julio César asegura que el hospital fue su hogar hasta los cinco años. Luego del trasplante, permaneció aislado por 22 días y 15 días más bajo estricta observación.
Cuando le dieron la salida, tuvo que someterse a un riguroso programa de visitas al médico para verificar su estado de salud y la evolución del nuevo órgano.
En su casa, ubicada en Loyola de Cartago, hubo que hacer remodelaciones para tener una habitación esterilizada y equipo (botas, batas, cubre bocas) para visitantes.
Aunque su familia no contaba con los recursos económicos necesarios, la Fundación Vida Nueva Donación y Transplantes les regaló el material para construir un cuarto aparte.
El joven comenta que durante los últimos 17 años ha sufrido muchas complicaciones que han puesto en riesgo su salud.
“He tenido como cuatro o cinco rechazos del transplante, pero con tratamiento me han logrado estabilizar”, recuerda.
“Cuando he tenido una recaída le pido mucho a la virgencita y a mi mamá, que falleció hace 6 meses, que me den fuerzas; que por milésima vez me saquen”, asegura.
Hoy, este muchacho está sacando el bachillerato en un colegio nocturno de Cartago y trabaja con su papá en la venta de zapatos.
Además, se hizo miembro de la Pastoral Juvenil de La Lima y de la Hermandad de Jesús de Nazareno de Taras porque quiere estar cerca de Dios.
“A quienes tienen problemas de salud o pasan por cosas como las que me han sucedido les digo que se encomienden mucho a Dios y a la virgen porque de verdad cumplen milagros".
"Tal vez las cosas no ocurran en el tiempo que uno desea sino en el de ellos, que es el tiempo perfecto. No importa que tan fuerte sea la situación, siempre estarán con nosotros”, afirma.