04 octubre del 2012. Visita al hospital nacional Psiquitrico para ver el funcionamiento de los diferentes servicios al paciente. En la foto: (albert marin)
Aprender de la vida que les aguarda afuera es ahora la ocupación y el mayor incentivo para muchos de los enfermos en el Hospital Nacional Psiquiátrico.
Lo que antes fue un simple depósito para guardar pacientes pasó a ser, poco a poco, un edén para nuevos aprendices. El objetivo es simple: que pocos ingresen, y que los que ya están, salgan de ahí.
La meta es recibir enfermos solo por periodos cortos, de no más de tres meses, y dejar atrás el viejo y conocido estigma de “guardería de locos”, aseguró Álvaro Hernández, jefe de servicios médicos y rehabilitación del centro.
La eliminación de ese patrón asilar y la adopción –en el 2000– de un modelo nuevo basado en programas de rehabilitación, llevó al Hospital Nacional Psiquiátrico Manuel Antonio Chapuí a trazar cifras que van en picada.
A fines de los noventa había 1.150 camas de usuarios repartidas en 12 pabellones. Hoy, quedan 675.
Según Hernández, solo la unión de múltiples estrategias es causa de que, desde el 2000, logren deshacerse de unas 20 camas cada año.
¿Cómo se van? Hay pacientes crónicos que viven semanas o meses internados en el Chapuí; otros recorren pasillos hasta por 40 años.
Pero no basta con decir adiós; la falta de oportunidades que enfrenta un paciente psiquiátrico dentro del riguroso mercado laboral, exige un enfoque más trabajoso.
El principal reto no es, entonces, empujarlos a finiquitar su internamiento, sino asegurarse de que subsistan una vez que salgan.
Talleres para manufacturar alcancías, piñatas, textiles y bisutería les generan incentivos desde que están dentro, y serán clave para generar ingresos fuera.
De eso se encarga el Hospital Diurno, el programa que ideó el centro para pacientes que están en la fase final de rehabilitación.
“Ellos vienen acá de día y reciben atención según sus necesidades (de enfermería, nutrición), pero además asisten a los talleres, donde mejoran habilidades ocupacionales”, explicó Carolina Montoya, psiquiatra de Hospital Diurno.
Un aliado en el proceso de rehabilitación es el Hospital Verde, una finca para actividades agrícolas –contigua al Chapuí, en Pavas– que desde hace dos años agarró fuerza.
Labores como cuidar el mariposario y un vivero, cultivar, recolectar frutos de los árboles y dar mantenimiento extensas zonas verdes, inyectan dinamismo en la mente de cada paciente, quien, además, recibe dinero a cambio de su esfuerzo.
La jornada, de 7 a. m. a 4 p. m., la cumplen a diario 115 usuarios y, lo que producen, se vende tanto dentro como fuera de las instalaciones, gracias a la formación de la cooperativa de pacientes Coopesí.
“Nosotros hacemos proyectos porque creemos en ellos; si uno los ve, se da cuenta de que tienen oportunidades para hacer muchas cosas allá afuera”, explicó Melissa Lizano, terapeuta ocupacional a cargo de Hospital Verde.
Deambulan por décadas. Existe una población que, por motivos de abandono social, deambula durante décadas por los pabellones. Enfermos que “el hospital asumió para no tirarlos a la calle”.
Aún quedan 200 y, para ellos, el proceso para adaptarse al mundo externo es mucho más complejo.
Es por eso que, luego de pasar de pabellón en pabellón y de un taller al otro, llegan a las “casitas” o estructuras residenciales. Este es el último paso, aquí se preparan para vivir solos; cocinan, lavan ropa y limpian la casa. De ahí saldrán solo cuando sean autosuficientes.
Hay siete “casitas” en la finca, cada una con cupo para cinco ocupantes. Tres son para hombres, tres para mujeres y una es mixta, para enfermos más dependientes.
En total, 20 pacientes están “reaprendiendo” a vivir en estos hogares equipados con refrigerador, botiquín, trastos, lavadora e incluso una radio escandalosa.
Una vez concluido este último reto, a muchos se les reubica en los albergues privados que subsidia el Consejo Nacional de Rehabilitación y Educación Especial.
Son 24 albergues los que, desde el 2000, reciben pacientes que tienen desde 18 hasta 64 años. Adultos mayores, de más de 65, encuentran lugar en 17 hogares de ancianos que los acogen desde el 2006.
El problema es que estos centros no siempre disponen de cupos, y es deber del Chapuí retenerlos mientras topan con un destino seguro.
En todo caso, en estos “hogares transitorios” viven hoy cerca de 200 pacientes del hospital y, según Álvaro Hernández, el personal los visita y supervisa dos veces al año.
Pocos pacientes salen listos para vivir solos y, quienes tienen suerte, retornan al fin a sus familias.