22-10-2012. Hora: 02:50 p.m. Fotografas de los nios con problemas de salud ms severos que viven en una de las casas de la aldea Arthur Gough del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), ubicado en Ro Oro de Santa Ana. En la foto, la nia Nayn. NOTA: no se puede publicar el nombre. Fotos: Mayela Lpez (Mayela_Lopez)
Ella no los trajo al mundo, no tienen su apellido y mucho menos su sangre, pero cada niño es como si fuera suyo, salido del corazón.
Así pareciera sentirlo Lulo porque aunque él no puede caminar, ver ni hablar, la voz de la Hermana Marlen lo hace sonreír.
La religiosa da la cara por los niños con discapacidades severas y enfermedades terminales en la Fundación Manos Abiertas, ubicada en Alajuela.
Este es el hogar de Lulo desde hace ocho años y ahí tiene su propia habitación de tres por tres metros, con paredes de vidrio y puertas plegables, todo para evitar contagios.
La salud de los niños es el principal desvelo de la hermana Marlen, al igual que su seguridad e imagen, es por eso que no permitió tomar fotografías, ya que asegura que más de uno quiere sacar provecho en la calle.
La hermana atendió a un equipo de este diario en la Fundación, un edificio de tres pisos, que, según cuenta, se logró construir tras nueve años de “pura providencia”. Aunque está casi nuevo ya está completamente lleno.
Lulo es uno de los 50 niños del proyecto dedicado a la Madre del Perpetuo Socorro. Ahí viven menores con parálisis cerebral, paraplejia, retardo mental y síndromes degenerativos que quedaron en completo abandono.
No todos ellos nacieron con estos trastornos o enfermedades. A Lulo, por ejemplo, fueron los golpes los que le detonaron la mayoría de sus problemas de salud y, pese a cirugías que le practicaron, las cicatrices y la discapacidad permanecen.
“Aquí la discapacidad se da por varias razones: por enfermedad, por abandono, por golpes, por desnutrición. Hay discapacidad por todas las causas”, manifestó la hermana.
En el mayor número de los casos, los niños nacieron con la discapacidad, pero luego sometidos a mucho maltrato de sus progenitores, que luego los abandonan.
La Fundación Manos Abiertas es uno de los 20 centros de atención a personas con discapacidad registrados ante el PANI.
Sin embargo, esta organización y la Asociación Divina Misericordia se concentran en la atención de niños con discapacidades severas y además en estado de abandono.
Igualmente, el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) cuenta con el albergue Arthur Gough, que desde el 2011 tiene a cargo niños con enfermedades críticas.
Actualmente, ese centro da cobijo a cinco niños.
Nueva familia. En la Fundación, los menores son atendidos por las niñeras y las misioneras del Corazón Redentor de Cristo.
El equipo lo componen casi 50 personas, el mismo número de niños que han visto morir, según comentó la hermana.
Este, añadió, no es un hogar transitorio pues ahí se quedan hasta que fallezcan. Por esta razón, dijo, “definitivamente se crea un vínculo”.
“El trabajador va y viene pero la religiosa está toda la vida aquí prácticamente se convierten en un hijo”, expresó.
Los menores también participan en programas de adopción, no obstante en los 20 años de experiencia de la hermana Marlen solo una niña fue apadrinada.
“La experiencia ha sido muy negativa, los devuelven después de un tiempo. Es una vida muy limitante, no es fácil”, manifestó.
Los niños son referidos por el Hospital Nacional de Niños, el PANI, el Consejo Nacional de Rehabilitación e incluso personas que denuncian casos de maltrato.
“Ellos son los reyes de este lugar, se les da lo que necesitan y lo que merecen”, dice la hermana en el salón de terapia física que pareciera tener lo necesario para su cuido. También reciben cuidados médicos y educación especial.
La Fundación trabaja con otro programa para adultos con discapacidades y de igual forma se encuentran en estado de abandono. En en total son 100 personas.
La manutención no es fácil, pues nunca saben si tendrán el dinero para pagar el recibo de luz del próximo mes que sobrepasa el millón de colones.
Pese a que entidades como el PANI o la Junta de Protección Social hacen aportes, gran parte de los gastos se cubren con donaciones.
En promedio, el cuido de un niño en este centro es cercano a los ¢750.000 mensuales, sin embargo no todos reciben apoyo estatal.