Liberia, Guanacaste. Sus días como buzos del vertedero de este cantón llegaron a su final.
Como cuentan con bicicletas nuevas y el apoyo de terceros, 14 familias se dedicarán a vivir del reciclaje, ahora de puerta en puerta.
Ellos conformaron la Asociación de Recicladores de Liberia, integrada, en buena medida, por mujeres jefas de hogar.
El botadero que durante tantos años les dio sustento, está próximo a ser clausurado. A estos trabajadores no les quedó más remedio que buscar una nueva forma de vida.
La impulsora de la idea es Doris Mondragón, quien frecuentó el vertedero hasta que llegó la fatalidad.
Su hijo Anthony, de 8 años, fue arrollado por un camión de basura y falleció en el lugar. El niño fue hasta el sitio con una vecina en procura de juguetes.
“Él es el motor de todo esto. Uno quiere tener mejores condiciones de trabajo. Haremos de manera distinta nuestra labor; será más segura e higiénica”, dijo la señora, quien es madre de 11 hijos.
La fundación Aliarse –que promueve alianzas entre el sector privado y las instituciones públicas–, la Asociación Centroamericana para la Salud y el Ambiente (Acepesa), la organización Bid Water and Sanitation Iniciative, la fundación Avina y Coca Cola cerraron filas para ayudar a estas familias.
Los recicladores recibieron bicicletas adaptadas para la nueva actividad, chalecos y formación.
“Han pasado de ser recicladores informales allá en el botader, a ser formales. Están haciendo cosas muy valiosas por sus familias y por el ambiente”, dijo Aitor Llodio, director de la Fundación Aliarse.
La Municipalidad de Liberia y el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) se unieron a la iniciativa.
Un mecánico liberiano adaptó las seis bicicletas.
Primer empuje. “Esta ayuda ha sido muy grande y valiosa. Ahora haremos el trabajo mucho mejor. Con esto nos ganamos la vida y además ayudamos a sacar lo valioso de los desechos”, indicó Minor Piña, vicepresidente de la asociación.
Hace 20 años había ocho buzos en el botadero, pero con el tiempo llegaron más y más personas, hasta que la basura no alcanzó para tantos recolectores.
Anastasia Chaves sacó avante a sus hijos con el trabajo en el vertedero. Ella incluso levantó una casita en el barrio liberiano Martina Bustos con materiales que sacó de la basura.
Hace dos años le dieron una casa nueva en el residencial El Jícaro.
En una ocasión encontró ¢300.000 y $80 en una bolsa que contenía papel sanitario.
Luego de repartir algo de dinero entre sus compañeros, compró comida, una refrigeradora y un televisor. “Fue una bendición, aunque algunos compañeros, no sé si por envidia o por querer robarme, casi me matan con un cuchillo ese día.
”Mi amiga Petra me ayudó y no me hicieron nada”, recordó ayer esta señora.
Minor Piña, vicepresidente de la Asociación, llegó al botadero hace ocho años, pues no encontraba empleo como guarda.