En Neonatología del Hospital Max Peralta, de Cartago, las incubadoras están pegadas unas con otras, sin guardar el metro mínimo de separación entre cada una.
Es cierto que muchas son nuevas, pues el año pasado se invirtieron $295.000 en equipos. Sin embargo, este esfuerzo es insuficiente, advirtió la pediatra neonatóloga Yamileth Mora.
Esta provincia tiene la segunda tasa de mortalidad infantil más alta del país después de Limón, con 9,33 muertes por cada 1.000 niños nacidos vivos.
La situación no es tan crítica como en Limón pues en Cartago hay una mayor estabilidad en el comportamiento de los decesos infantiles, dijo Rafael Salazar, coordinador de la Comisión Nacional de Mortalidad Materno Perinatal e Infantil del Ministerio de Salud.
Pero hay retos. La directora del Max Peralta, Krissia Díaz, sostiene que los indígenas migrantes y una fuerte presencia de población rural, complican la atención de los casos por características como la pobreza, el acceso a la educación y a servicios.
La cantidad de niños prematuros (1 de cada 3 en el 2015) y con malformaciones congénitas (24 de las 66 muertes infantiles registradas en la provincia ese año), vuelve más compleja y cara la atención. A lo anterior se suma, según Díaz, el hecho de que en Cartago el número de nacimientos se ha mantenido estable: unos 7.300 al año.
Preocupados por los bebés que nacen con malformaciones, la Universidad de Costa Rica y el Instituto Tecnológico de Costa Rica harán un estudio para dilucidar las causas, informó la pediatra Juliana Asenjo Leitón.
Este hospital enfrenta un grave problema de espacio, que la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) analiza resolver con la construcción de un nuevo centro de salud.