Mientras miles aprovecharon para vacacionar el pasado fin de semana largo, la pediatra neonatóloga Rasheda Maitland Rouse hacía lo imposible para salvar a siete bebés que estaban entre la vida y la muerte, en el servicio de Neonatología del Hospital Tony Facio, en Limón.
No lo logró con dos: una niña de 3.200 gramos cuya función pulmonar se fue complicando; y otra que nació con malformaciones incompatibles con la vida.
“Tuvimos que compartir un ventilador entre tres bebés y aún tengo a varios esperando por un ultrasonido desde el jueves”, relató el martes 12 de abril, en un intento por describir la tensión que diariamente se vive ahí.
Limón, la provincia donde labora Maitland, es donde más bebés mueren en el país antes de cumplir el año de edad.
De los 81 bebés limonenses que fallecieron antes de cumplir el año en el 2015, un grupo de 25 murió en el hospital.
Aquí la tasa de mortalidad infantil es de 10,6 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. En contraposición, la tasa nacional del 2015 alcanzó el nivel más bajo en toda la historia: 7,76.
Ambos datos, sin embargo, son significativamente menores a los que exhibía el país décadas atrás, con tasas que rondaban las 20 muertes por cada 1.000.
Los datos preliminares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) llaman la atención por el aumento de tres puntos en Limón.
La segunda provincia con más mortalidad infantil es Cartago.
Desencadenantes. La pediatra neonatóloga Ana Yancy Coward Morales, coordina la comisión de análisis de mortalidad infantil en el Tony Facio.
Admitió que el indicador de la provincia se ha mantenido fluctuando y con tendencia al incremento en los últimos años.
El mayor brinco en Limón se dio entre el 2014 y el 2015, cuando pasó de 8,5 a 10,6.
Coward aclaró que la tasa de mortalidad infantil del hospital (6,4 por cada 1.000) es incluso un poco menor a la nacional, según los datos preliminares del INEC.
Pero lo anterior, advirtió, no le reduce el riesgo a los niños, según reconoció Rafael Salazar Portuguez, coordinador de la Comisión Nacional de Mortalidad Materno Perinatal e Infantil del Ministerio de Salud.
No resulta sencillo dar con las causas porque son resultado de una combinación de factores, explicó Coward. Mencionó entre ellos la pobreza histórica de Limón y el bajo nivel educativo que impide a muchas madres cumplir con el control prenatal.
También citó la población migrante, la presencia de tres etnias indígenas y la dificultad geográfica para tener acceso a los servicios básicos.
Según la Encuesta Nacional de Hogares, de julio del año pasado, un 30% de las familias en esta provincia vive en la pobreza, contra el 21% del resto del país.
Aquí la tasa de desempleo abierto entre los pobres es del 25,5%, mientras que en los no pobres del resto del país esa tasa es del 5,3%.
Aún insuficiente. Entrar a Neonatología del hospital limonense es conocer al hacinamiento de manera directa.
El área que ahí conocen como “cuidados intermedios” comparte espacio con una bodega improvisada con papelería y equipo al que no le encontraron otro lugar.
La gerenta médica de la Caja Costarricense de Seguro Social, María Eugenia Villalta, asegura que al centro médico se le ha dotado de más personal y equipo.
Tiene razón. De dos ginecoobstetras pasaron a cinco y hay más disponibilidad de pediatras, aunque falta duplicar la cantidad de neonatólogos.
Esto les ha permitido reducir los traslados a San José, tanto de bebés como de mamás en proceso de parto, y elevar la complejidad de los casos atendidos.
Sin embargo, dice la subjefa de Enfermería, Julieth Edwards, falta espacio y personal de apoyo, incluyendo enfermeras obstetras. “Ya no se puede estirar más la cobija”, advirtió en alusión a la necesidad de más recursos.