Enfermedades respiratorias, así como diabetes, hipertensión y colesterol son algunas de las consecuencias que puede tener el contacto prolongado con ceniza volcánica.
Así lo determinó un estudio realizado en los volcanes Poás y Turrialba, a lo largo de dos años, por la Escuela de Ciencias Ambientales y el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) de la Universidad Nacional (UNA).
Jorge Herrera, coordinador del Laboratorio de Análisis Ambiental de la UNA, aseguró a La Nación que hallaron una gran diferencia entre las partículas que se respiran a diario en la ciudad y las que provienen de un volcán o de las cenizas de este.
“Encontramos que el contenido de metales en el aire, como cromo, cobre o manganeso, es de 5 a 10 veces más elevado en las partículas que se producen en volcanes que en las que se producen en la ciudad (con el humo de carros)”, aseguró.
El inconveniente para la salud, según Herrera, es que las partículas más pequeñas pueden ingresar fácilmente a través de las vías respiratorias.
“Al ser respiradas, las cenizas pueden entrar a la zona de intercambio de gases con la sangre. De esa forma, se introducen en el torrente sanguíneo y generan estrés oxidativo, lo que aumenta la propensión de las personas a padecer enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y colesterol”, explicó.
Además, la vulcanóloga del Ovsicori María Martínez advirtió de que la alta concentración de estas partículas está relacionada con padecimientos como asma, bronquitis y alergias.
Herrera señaló que las personas más vulnerables son los niños, los adultos mayores y quienes padecen de males respiratorios. “Determinamos que las cenizas tienen un porcentaje de acidez mayor. Eso puede hacer que cuando usted inhale o se exponga a las cenizas, su sistema respiratorio se irrite”, agregó.
Los investigadores recomendaron tomar precauciones y evitar actividades al aire libre durante la caída de ceniza.